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sábado, 26 de abril de 2025

Yorlett cap 1

Novelas Por Capitulos



La arena roja apareció de nuevo esta mañana.
Yorlett se quedó mirando los diminutos granos escarlata que formaban un pequeño montículo junto a la puerta de su habitación. Imposible. Había limpiado a fondo el apartamento la noche anterior, pasando la aspiradora por cada rincón, cada grieta. Incluso había sellado las ventanas con cinta adhesiva, a pesar del sofocante calor de febrero en Melbourne.
Con movimientos mecánicos, producto de haberlo hecho decenas de veces antes, sacó el pequeño recipiente hermético de su bolso y, agachándose, recogió cada grano con meticuloso cuidado. No podía permitirse dejar ni uno solo. Sabía por experiencia que un solo grano era suficiente para que él pudiera sentirla.
El recipiente ya contenía muestras similares de sus cinco residencias anteriores. La arena del Gran Desierto del Territorio Norte  tenía una cualidad única: un tono rojizo intenso que parecía brillar con luz propia bajo ciertos ángulos. Los geólogos tendrían explicaciones científicas para ese fenómeno. sabía la verdad.
Era la sangre de Nankurunaisa
Mientras guardaba el recipiente en su bolso, su mirada se detuvo en el calendario colgado en la pared de la cocina. Tres semanas. Había logrado permanecer tres semanas en este pequeño apartamento en St. Kilda, un suburbio costero de Perth. Era su récord personal desde que había escapado hace un año.
El teléfono vibró sobre la mesa. Un mensaje de texto de un número desconocido:
“¿Crees que el agua te protegerá, pequeña estrella? El mar también tiene arena.”
Yorlett  sintió que el aire abandonaba sus pulmones. Con dedos temblorosos, borró el mensaje, apagó el teléfono y extrajo la tarjeta SIM, que partió en dos antes de tirarla al inodoro y jalar la cadena. Tendría que conseguir otra. Sería la sexta este mes.
Mientras preparaba un café que sabía que no bebería, su mente repasaba el plan de contingencia que había memorizado. Tenía exactamente cuarenta y cinco minutos para desaparecer. Menos, si los seguidores de él ya estaban cerca.
El apartamento, que había decorado mínimamente para darle un aire de hogar temporal, volvía a convertirse en un espacio ajeno. Yorlett se movía por él como una sombra, recogiendo solo lo esencial: documentos, algo de ropa, su cámara, el diario de su abuela y el dinero en efectivo que guardaba en diferentes escondites.
Todo lo demás era prescindible. Había aprendido a no encariñarse con los lugares ni con las cosas.
Mientras metía sus pertenencias en la mochila gastada que la acompañaba desde su huida, el colgante de plata que llevaba al cuello —un símbolo aborigen de protección que Amara le había dado— pareció calentarse contra su piel. Una advertencia.
Se asomó con cautela a la ventana, corriendo apenas un centímetro la cortina. La calle parecía normal: una mujer paseando a su perro, un repartidor en bicicleta, dos adolescentes con mochilas escolares. Pero Elena había aprendido a mirar más allá de lo evidente.
El hombre en la esquina. Demasiado quieto. Demasiado atento. Y aunque estaba a media cuadra de distancia, Elena habría jurado que, por un instante, sus ojos reflejaron un destello dorado cuando la luz del sol los alcanzó.
No era humano. O al menos, no completamente.
Con el corazón martilleando contra su pecho, Yorlett cerró la mochila y se dirigió al baño. No saldría por la puerta principal. El edificio de apartamentos tenía una salida de emergencia que daba a un callejón trasero, pero seguramente estaría vigilada también. Necesitaba una distracción.
De su neceser sacó un pequeño frasco con un polvo ocre y dibujó con él un símbolo en el espejo del baño. Las palabras en lengua Pitjantjatjara que había aprendido  le había enseñado salieron de sus labios como un susurro:
“Wanyu ngayuku tjukurpa kulila, Nyeeruna-ku kurunitja ngayula patila.”
Escucha mi historia, bloquea el alcance de Nankurunaisa
El polvo en el espejo pareció absorber la luz del baño por un momento. Yorlett  no esperó a ver más. Con la mochila al hombro, se dirigió a la ventana de la cocina que daba a la escalera de incendios.

Mientras descendía por los peldaños metálicos, intentando no hacer ruido, los recuerdos amenazaban con abrumarla. No siempre había vivido así, en constante huida. Hubo un tiempo en que tuvo tenía una vida normal. Un apartamento lleno de sus pinturas, amigos con los que quedaba para tomar café, una familia a la que visitaba en Navidad, una carrera en la policía Federal

Todo eso había terminado hace tres años, cuando viajó al desierto para un proyecto fotográfico.
Cuando conoció a OMEO Cooper. Ni siquiera pudo imaginar, que un Aussie, simpático,amoroso,excelente amante,magnífico en todo.Luego todo cambio. Todo salió mal
Cuando cometió el error de enamorarse de un dios.



El autobús avanzaba por la autopista Princes, alejándose de Perth hacia el oeste. Yorlett  había comprado un billete hasta Geelong, pero no tenía intención de llegar tan lejos. Bajaría en alguna parada intermedia y tomaría otro transporte en dirección contraria. Era un truco básico, pero efectivo.
A través de la ventanilla, observaba cómo el paisaje urbano iba dando paso gradualmente a espacios más abiertos. Australia era así: ciudades modernas rodeadas de una vastedad natural que parecía infinita. Un continente de extremos.
Como hija de inmigrantes Mexicanos, descendientes del mítico Tequila Hernández siempre había sentido una extraña dualidad en su identidad. Demasiado australiana para encajar perfectamente en la comunidad mexicana, demasiado latina para ser considerada completamente australiana. Esa sensación de no pertenecer del todo a ningún lugar la había acompañado desde niña.
Quizás por eso había conectado tan profundamente con el desierto cuando lo visitó por primera vez. En aquella inmensidad roja no importaba quién eras o de dónde venías. El desierto no hacía distinciones.
O eso había creído.Cuando vivió esa aventura tan extraña en el campamento N3NE .Tan diferente a su experiencia de adolescente
El recuerdo de aquellos primeros días en el desierto emergió con nitidez dolorosa. El campamento de artistas cerca de Uluru, las noches fotografiando el cielo estrellado, la primera vez que notó a aquel hombre observándola desde la distancia. Siempre al atardecer, siempre cerca de las dunas, siempre solo.
Cuando finalmente se acercó a ella, Yorlett había sentido una mezcla de miedo y fascinación que ahora reconocía como la primera señal de advertencia que ignoró.
“Capturas las estrellas como si entendieras sus historias,” le había dicho él, con un acento que no pudo identificar. “Pero, ¿conoces la historia de Nankurunaisa y las siete hermanas?”
Yorlett  cerró los ojos con fuerza, intentando bloquear el recuerdo. No podía permitirse revivir esos momentos. No ahora. No cuando necesitaba toda su concentración para mantenerse un paso por delante.Luego lo volvió a encontrar un día cualquiera en un supermercado. Lo achacó al destino.Ahora estaba convencida que no fue así.



El autobús se detuvo en una estación de servicio. Varios pasajeros descendieron para estirar las piernas o comprar algo en la tienda. Yorlett  permaneció en su asiento, observando a través de la ventanilla, evaluando.
Fue entonces cuando lo vio. Un dingo. Estaba sentado junto a los surtidores de gasolina, perfectamente inmóvil, mirando directamente hacia el autobús. Hacia ella. Sus ojos tenían un brillo dorado antinatural.
El pánico se apoderó de Yorlett. Nankurunaisa podía poseer animales del desierto, especialmente dingos. Era una de sus manifestaciones favoritas.
Sin pensarlo dos veces, tomó su mochila y se levantó. Necesitaba salir de allí inmediatamente. Mientras avanzaba por el pasillo del autobús, sintió que su colgante de plata vibraba contra su piel, cada vez más caliente.
Al bajar los escalones, el conductor la miró con extrañeza.
“Señorita, aún faltan veinte minutos para llegar a Geelong.”
“Necesito aire,” murmuró Yorlett, evitando mirar hacia los surtidores.


Una vez fuera, caminó rápidamente hacia la tienda, manteniendo la cabeza baja. Por el rabillo del ojo, vio que el dingo se había puesto en pie y la seguía con la mirada. No se movía de su posición, pero no necesitaba hacerlo. Era solo un mensajero, un recordatorio: te estoy observando.
Dentro de la tienda, Yorlett  se dirigió directamente al baño. Cerró la puerta con pestillo y apoyó la frente contra la pared fría, intentando controlar su respiración. El colgante contra su pecho ardía tanto que tuvo que sacarlo por fuera de la camiseta.
Cuando miró el símbolo de plata, vio que había adquirido un tono rojizo, como si estuviera oxidándose desde dentro. Otro mal presagio.
“Yorlett, No puedes seguir así, ” se dijo a sí misma, mirándose en el espejo del baño. Su reflejo le devolvió la imagen de una mujer agotada, con ojeras profundas y una tensión permanente en la mandíbula. A sus veintiocho años, parecía haber envejecido una década en el último año.
Sacó su teléfono nuevo, aún sin configurar, y lo encendió. Necesitaba contactar con alguien, pedir ayuda. La soledad era su mayor debilidad ahora mismo.
Después de tanto tiempo huyendo sola, había llegado a una conclusión dolorosa: no podría escapar de Nankurunaisa para siempre. Tarde o temprano, la encontraría. La única solución era enfrentarlo, pero para eso necesitaba conocimiento, aliados, un plan.
Con dedos temblorosos, marcó un número que había memorizado hace meses pero que nunca se había atrevido a llamar.
Tres tonos. Cuatro. Cuando estaba a punto de colgar, una voz masculina respondió:
“¿Diga?”
Yorlett cerró los ojos y respiró hondo.
“¿Henry Clark ? Soy Yorlett Hernandez. Estudiamos juntos en secundaria. Me recuerdas?. -- Henry enamorado de ella más allá de lo inimaginable. Siempre le mando un stiker , no dejo de hacerlo ni siquiera cuando ella coloco fotos y videos con Omeo Cooper.
Hubo un largo silencio al otro lado de la línea.
“¿Yorlett ? Cómo vas a decir que no te recuerdo .Te sigo en Instagram, Threads. Antes colocabas muchos videos en Tik Tok.
“No estoy muy activa en redes,” le interrumpió. “No puedo hacerlo. Es peligroso.”
Otro silencio.
“¿Dónde estás?” preguntó finalmente Henry-- con un tono más cauto. ¿Qué clase de problemas tienes?
“En una estación de servicio en la autopista Princes. Hay… algo siguiéndome.. Quisiera explicartelo
“¿Algo o alguien?”
La pregunta la tomó por sorpresa. Había esperado escepticismo, preocupación, incluso que pensara que estaba loca. No esta aceptación inmediata de que podría estar siendo perseguida por algo no humano.
“Algo,” confirmó. “Alguien que puede ser algo?. ¿Cuánto sabes sobre mitología aborigen?”
Esta vez, el silencio de Henry tuvo un peso diferente.
“Soy antropólogo especializado en culturas aborígenes, . Sé lo suficiente para entender que si algo de ese mundo te está persiguiendo, estás en un peligro que va más allá de lo que la policía puede manejar.”
Henry  sintió que sus rodillas se debilitaban. Por primera vez en meses, alguien entendía. Alguien creía.
“Necesito un lugar seguro,” dijo, con la voz quebrada. “Solo por unos días. Necesito entender qué me está pasando, cómo detenerlo.”
“Tengo una cabaña cerca de Lorne, en Great Ocean Road. Está junto al mar y rodeada de bosque. Si lo que te persigue está vinculado al desierto, podría ser un buen refugio temporal.”
Yorlett pensó en el mensaje de texto: “¿Crees que el agua te protegerá?”. Sin embargo, era mejor que nada.
“Te enviaré la ubicación exacta,” continuó 

II
. “¿Puedes llegar por tu cuenta sin que te sigan?”
“He tenido práctica,” respondió Yorlett con amargura.
“Estaré allí mañana por la tarde. Tengo que terminar unas cosas en la universidad primero.”
Yorlett  asintió, aunque él no podía verla.

mi oficina de inversiones globales "
“Henry … gracias. Debo decírtelo .Y ten cuidado. Si decides ayudarme, también estarás en peligro.”
“Yorlett, somos amigos. Además, he pasado mi vida estudiando las historias de los espíritus ancestrales. Si uno de ellos ha decidido manifestarse en nuestro mundo, necesito entender por qué.”
Después de colgar, Yorlett se quedó mirando su reflejo unos instantes más. Por primera vez en mucho tiempo, sentía algo parecido a la esperanza. Era un sentimiento peligroso. La esperanza podía llevar a bajar la guardia, y eso era algo que no podía permitirse.
Cuando salió del baño, escaneó rápidamente la tienda y el exterior. El dingo había desaparecido, pero eso no significaba que estuviera a salvo. Compró una Coca Cola dietetica  y preguntó al dependiente sobre los autobuses a Lorne.
“Tienes que ir a Melbourne y tomar uno desde allí,” le informó el hombre, mirándola con curiosidad. “¿Estás bien, señorita? Pareces un poco alterada.”
Yorlett forzó una sonrisa.
“Solo cansada y ya veo que es muy largo. Gracias por la información.”
Mientras esperaba fuera de la tienda el autobús que la llevaría a Melbourne, Yorlett  observó el cielo. El sol comenzaba a descender, y pronto sería de noche. La constelación de Orión sería visible, y con ella, el poder   alcanzaría su punto máximo.
Instintivamente, su mano se dirigió al colgante de plata. Estaba frío de nuevo, un pequeño consuelo.
“Solo un poco más,” murmuró para sí misma. “Solo necesito aguantar un poco más.”
En el horizonte, una nube de polvo rojizo se elevaba, a pesar de que no había viento. Elena sintió un escalofrío recorrer su espalda.
La arena la había encontrado de nuevo. 

 - Tres Años Después



El sol de la tarde se filtraba a través de las cortinas del estudio de Yorlett, iluminando el lienzo en el que trabajaba. Sus manos se movían con seguridad, aplicando pinceladas de ocre rojo y dorado para capturar el paisaje desértico que había recreado tantas veces en los últimos años, aunque nunca exactamente igual.
Desde el ritual en el Gran Desierto del Territorio Norte , Yorlett había redescubierto su pasión por el arte, canalizando sus experiencias en pinturas que capturaban no solo la belleza física del desierto australiano, sino también su cualidad etérea, casi sobrenatural.Quizas algún día presentará  Sus obras buscando   ganar reconocimiento en el mundo artístico, algunos  críticos las habían evaluado como “ventanas a una realidad paralela” y “visiones de un Australia que existe entre los planos físico y espiritual”.
Lo que los críticos no sabían, lo que nadie excepto un círculo muy reducido de personas entendía, era que estas pinturas eran más que expresiones artísticas. Eran un registro, un testimonio, y en cierto modo, una forma de exorcismo continuo.
Yorlett dio un paso atrás, evaluando su trabajo. La pintura mostraba el cañón donde había conocido a Nankurunaisa por primera vez, pero transformado, las paredes rocosas entrelazadas con patrones estelares que parecían moverse si se miraban demasiado tiempo. En el centro, una figura femenina —no exactamente Yorlett , pero con elementos reconocibles de ella— se enfrentaba a una entidad compuesta de luz estelar y sombras del desierto.

No era una representación literal de su confrontación final con Nankurunaisa, sino una interpretación simbólica del equilibrio que había logrado establecer: ni completa separación ni fusión, sino una coexistencia controlada.
El timbre de la puerta interrumpió sus pensamientos. Limpiándose las manos en un trapo, Yorlett salió del estudio y atravesó el espacioso apartamento que ahora llamaba hogar. Después de años de huir, de cambiar constantemente de ubicación, finalmente se había permitido establecerse, crear un espacio permanente para sí misma.
Al abrir la puerta, sonrió al ver a Kira Nguyen, cargada con una pila de libros y una botella de vino.
“Justo a tiempo,” dijo Yorlett, haciéndose a un lado para dejarla entrar. “Estaba a punto de tomar un descanso.”
Kira dejó los libros sobre la mesa del comedor y le entregó la botella de vino.


“Shiraz australiano,” dijo con una sonrisa. “Pensé que sería apropiado para la ocasión.”
Yorlett asintió, reconociendo el significado. Hoy se cumplían exactamente tres años desde el ritual que había transformado su relación con Yorlett, liberándola de su influencia directa y dándole control sobre el vínculo que aún existía entre ellos.
“¿Cómo está Amara?” preguntó mientras buscaba copas y un sacacorchos.
“Sorprendentemente bien para alguien de su edad,” respondió Kira, hojeando uno de los libros que había traído. “Sigue enseñando a jóvenes custodios de conocimiento, preparando a la próxima generación. Te envía sus saludos y esto.”
Extrajo de su bolso un pequeño paquete envuelto en tela roja, similar al que había contenido el diario de Isabel tres años atrás. Elena lo tomó con curiosidad, desenvolviéndolo para revelar una piedra pulida con forma de estrella, idéntica a la que había encontrado en el diario de su abuela y a la que había aparecido misteriosamente en su almohada en la casa de Kira.
“Dijo que completaba el conjunto,” explicó Kira. “Aparentemente, estas piedras tienen un significado especial en la tradición de los custodios de conocimiento. Representan puntos de anclaje, conexiones entre el mundo físico y el espiritual.”
Yorlett estudió la piedra, sintiendo su peso reconfortante en la palma de su mano. A diferencia de los objetos asociados con Nyeeruna, que siempre habían emanado una energía inquietante, esta piedra transmitía una sensación de calma, de equilibrio.
“¿Tres piedras?” preguntó, recordando las otras dos: la que había encontrado en el diario de su abuela y la que había aparecido misteriosamente.
Kira asintió.
“Una para el pasado, una para el presente, y una para el futuro, según Amara. Un recordatorio de que estás conectada no solo a tu linaje, sino también a lo que vendrá después.”
Yorlett  colocó la piedra junto a las otras dos en un pequeño altar que había creado en una esquina de su sala de estar: un espacio dedicado a honrar tanto su herencia familiar como su propia experiencia. Junto a las piedras estaban el diario de su abuela, el colgante de protección que ya no necesitaba usar constantemente, y varias fotografías: Isabel en su juventud, la madre de Elena, y una reciente de Elena con Mateo y su familia.
“¿Alguna señal de él?” preguntó Kira mientras Elena servía el vino.
No necesitaba especificar a quién se refería. En los tres años transcurridos desde el ritual, Kira había continuado su investigación académica sobre entidades estelares, centrándose específicamente en sus manifestaciones a lo largo de la historia.
“Nada directo,” respondió Elena, entregándole una copa. “Ocasionalmente sueño con estrellas, con el desierto. A veces siento una presencia cuando miro la constelación de Orión. Pero es distante, como un eco. Ya no intenta comunicarse activamente.”
Tomó un sorbo de vino, saboreando el rico sabor a frutas oscuras y especias.
“La marca sigue ahí, por supuesto,” continuó, mirando su muñeca izquierda donde el patrón estelar permanecía, aunque ahora parecía más una cicatriz ordinaria que un símbolo sobrenatural. “Pero ya no pulsa, ya no reacciona cuando pienso en él o cuando la constelación está visible.”
Kira asintió, satisfecha pero no sorprendida.
“El ritual funcionó exactamente como esperábamos,” dijo. “No eliminó la conexión, pero la transformó en algo que tú controlas en lugar de él.”
Se sentaron en el balcón del apartamento, que ofrecía una vista panorámica de Melbourne. El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras que recordaban inquietantemente al desierto.
“He estado pensando,” dijo Yorlettdespués de un momento de silencio contemplativo, “en escribir todo esto. No como ficción, sino como un registro. Para quienes vengan después.Se que deben haber más víctimas de ese moustruo. De esa entidad tan negativa.
Kira la miró con interés.

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“¿Un libro?”
“Tal vez. O quizás algo más personal, como el diario de mi abuela. Algo que pueda ser transmitido si… si alguna vez es necesario.”
No necesitaba explicar más. Ambas sabían que, aunque  había sido contenido, no había sido derrotado permanentemente. Las palabras que había pronunciado antes de desaparecer seguían resonando: “Mientras lleves mi marca, mientras exista cualquier conexión entre nosotros, siempre habrá un camino de regreso.”
“Creo que es una excelente idea,” dijo Kira. “El conocimiento es la mejor defensa. Tu abuela te dio lo que pudo, pero estaba limitada por su propia comprensión incompleta. Tú puedes ofrecer mucho más.”
Yorlett  asintió, pensando en cómo su abuela había ocultado advertencias en cuentos infantiles y canciones de cuna, intentando prepararla sin asustarla. Ella podría ser más directa, más completa en su transmisión de conocimiento.
“No solo para mi familia,” dijo, una idea formándose mientras hablaba. “Hay otros ahí fuera, ¿verdad? Personas marcadas por entidades como Nankurunaisa atrapadas en ciclos similares de persecución y huida.”
“Sin duda,” confirmó Kira. “En mis investigaciones he encontrado patrones recurrentes en diversas culturas: personas con marcas inexplicables, con conexiones a entidades estelares o elementales, perseguidas a través de generaciones. La mayoría permanecen aisladas, sin comprender completamente lo que les sucede, sin acceso al conocimiento que podría ayudarlas.”
 Sintió una determinación creciente. Su experiencia, su sufrimiento, su eventual victoria parcial… todo podría servir a un propósito mayor que su propia liberación.
“Entonces escribiré para ellos también,” decidió. “Crearé un registro que pueda encontrar su camino hacia quienes lo necesiten, cuando lo necesiten.”
Kira sonrió, levantando su copa en un brindis.
“A la ruptura de ciclos,” dijo. “Y a la creación de nuevos caminos.”
Yorlett correspondió al brindis, sintiendo una sensación de propósito que trascendía su experiencia personal. Lo que había comenzado como una pesadilla de persecución y terror se había transformado en algo más: una oportunidad para ayudar a otros, para convertir el trauma en conocimiento, el miedo en poder.
Esa noche, después de que Kira se marchara, Yorlett permaneció en el balcón, observando cómo las estrellas aparecían una a una en el cielo nocturno. La constelación de Orión ascendía lentamente sobre el horizonte, sus estrellas brillando con la misma intensidad de siempre.
-- Fui feliz contigo, no sé porque todo tuvo que destruirse de esa manera, recordó sus momentos de noviazgo



Pero algo había cambiado en cómo Yorlett  la percibía. Ya no sentía el miedo instintivo, la sensación de ser observada, perseguida. En su lugar, había un reconocimiento tranquilo, una aceptación de la conexión que existía pero que ya no la definía ni la controlaba

Continua




1 comentario:

  1. Estimados lectores, Yorlett estará completamente GRATIS y completa en el enlace que está al final del Post. Esperamos sus lecturas y comentarios.Gracias por el apoyo

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