Zhao Jun consideró que había sido un momento pésimo. La idea era estudiar en el apartamento de su compañero de clase Li. Todo iba bien hasta que llegó el exesposo de la madre de su amigo, borracho y armando un lío estúpido. Le reclamaba a ella que andaba con un hombre... Desagradable, muy desagradable. Zhao Jun se vio obligado a irse.
Eran las 11 de la noche y estaba violando el toque de queda para menores. Un taxi no lo llevaría, así que la mejor opción era caminar; por suerte, su casa no quedaba muy lejos.
Caminaba por las solitarias calles cuando escuchó un sollozo. Sorprendido, miró hacia un rincón: una niña estaba acurrucada contra el dintel de una tienda. En silencio, se acercó; a su edad, la noción de peligro o trampas le era desconocida. La niña lloraba de verdad.
—¿Qué haces aquí? ¿Dónde está tu casa? ¿Y tus padres? —preguntó.
Ella contestó, pero él no entendió ni una palabra. Solo comprendió que la belleza de la niña era imposible. Sin pensarlo, se quitó su chaqueta impermeable y se la colocó.
Ella le dijo algo, él no la entendió y continuó hacia su casa. Llegaría empapado. Esperaba que su madre estuviera dormida y que el "traidor" de su gato no lo delatara.
Al llegar, entró en silencio. Efectivamente, su madre dormía. Rápidamente fue a su cuarto, se duchó y se acostó de inmediato. Pero con un detalle: la cara de esa niña le había causado un impacto, una sensación, un sentimiento que nunca antes había experimentado.
Por la mañana, encontró una nota de su madre:
*Disculpa, Jun. En la madrugada tuve que tomar un avión a Shanghai; estaré fuera todo el fin de semana. Pórtate bien y no desordenes las cosas. Nos vemos el domingo por la noche. Te quiero.*
"Todo en uno", se dijo una vez más. Tenía viernes, sábado y domingo para él solo. Así que jugaría en línea hasta morir, estudiaría para avanzar en sus materias y, sobre todo, se daría un atracón de películas chinas clásicas a medianoche. ¿Qué más se podía pedir? Vivía en una casa, no en un apartamento, lo cual proclamaba los 180.000 yuanes mensuales que ganaba su madre.
En clase, miró a sus compañeras. Hizo una comparación mental: ni de lejos se parecían a la niña que vio anoche.
A las tres de la tarde, Zhao Jun salió del liceo y quedó asombrado. Al otro lado de la avenida estaba la muchacha. SIN PODER CREERLO, cruzó la calle. Ella vestía como una campesina de algún lugar, con sandalias de goma.
—¿Cómo me encontraste? —preguntó estupefacto.
Ella le contestó.
—No te entiendo ni "jota" —dijo él.
Sacó de su mochila el iPhone y abrió el traductor de Weibo.
Él le hablaba y ella contestaba. ¿Japonés? No. ¿Vietnamita? No. ¿Mongol? No. ¿Camboyano? No. ¿Dialectos chinos? No. ¿Laosiano? ¡Sí!
Para cumplir con la tradición, se tomó un selfie con ella para Douyin (TikTok) y Xiaohongshu (la "Instagram" china), más que nada para mostrarle al grupo que él era un adolescente *Guochao* no solo en ropa, sino también en comida.
Estaba inmerso en las redes cuando, de pronto, Dokmai devoraba todo.
—Oye, muchacho. ¿Tú eres hermano de esa niña?
Alzó la vista y vio a un hombre gruñón de mal aspecto.
Sorprendido, no contestó.
—Esa imbécil me robó comida hace tres días.
Zhao Jun tenía 15 años, pero, como niño superdotado, vio la alerta de problemas con luces LED de titulares. Escándalos y complicaciones eran lo último que quería.
—Bueno... ¿cuánto fue?
—150 yuanes.
Sabía perfectamente que ese no era el precio real, pero asintió.
—Se lo pago ahora mismo. Por favor, deme su código QR.
El hombre se detuvo en seco. El niño pagó en silencio.
—No quiero verla más por mi negocio. Si la veo, llamo a la policía —dijo antes de retirarse.
Zhao Jin se dirigió a Dokmai:
—Te acusó de robarle comida.
—Tenía hambre.
—No puedes tomar comida sin pagar en los negocios. ¿Qué tomaste?
—Dos panes.
—Hablando de ladrones... —murmuró el muchacho.
**II**
Dos horas después, Dokmai estaba en estado de shock en la sala de la casa de Zhao Jin, aturdida y sorprendida.
—Mi madre no está. Así que puedes descansar, lavar tu ropa y comer. El lunes debes irte —le dijo por el traductor.
—Nosotras lavamos la ropa en el río y nos bañamos en él.
—¿Tienen electricidad?
—No.
—¿Internet?
—No.
—¿Lavadora? ¿Ducha?
—¿Qué es eso?
—Esto va a resultar difícil... Ok, te vas a bañar aquí, me pasas tu ropa y te quedas dentro del baño.
—¿Y dónde está el río? Aquí hay uno muy grande; hace días me bañé en él a medianoche.
—¡Ay, Dios!
Así que en el cuarto de servicio, Zhao Jin ajustó la regadera, le enseñó el jabón y el champú, le advirtió que no se lo comiera y le indicó que pusiera la ropa sucia en una cesta.
Realmente le impactó lo mal que olía Dokmai, y su ropa aún peor. Olía tan mal como el espantoso olor que emanaban los turistas europeos en la ciudad, ese que daba ganas de vomitar. Y esta muchacha no se quedaba atrás, sin ser europea.
Mientras lavaba la ropa con IA, calculó su talla y medida de zapatos. Movido por la curiosidad, pidió por delivery y, al rato, un dron le trajo unos jeans baratos, una camiseta y unos zapatos de goma.
-- Te traje ropa,aquí esta-- le indico
Todo eso hizo que, 20 minutos después, Zhao Jun quedara en estado de shock al tener frente a sí a la muchacha más bella que pudiera imaginar. Ni en sus sueños más remotos podría haber supuesto que existiera una chica así. Nunca había visto a alguien tan hermosa y estaba completamente seguro de que jamás encontraría a otra igual.
A pesar que era evidente que se equivocó en la talla, nada de eso importaba.
-- No quieres todavía que sea tu esposa?
-- Yo. Tooo..tta..este ..ay dios!!.. Está No quiere noviazgos...Yo estoy muy pequeño .. mi mamá me va a matar. .
El sol de la mañana se filtraba tímidamente por las cortinas del cuarto de huéspedes en la lujosa casa de Zhao Jun en Kunming. Era sábado, y la calma reinaba en la mansión, un oasis de modernidad y tecnología en medio de la vibrante ciudad. Zhao Jun, de 15 años, el prodigio de la inteligencia artificial que, a pesar de su brillantez, aún no había terminado la secundaria debido a su obsesión con proyectos tecnológicos que consumían cada fibra de su ser, se levantó temprano, como de costumbre.
Su mente, siempre acelerada, repasaba algoritmos complejos y líneas de código intrincadas incluso antes de que el aroma del desayuno invadiera la casa. Pero esa mañana, la habitual sinfonía de datos y lógica en su cabeza se veía interrumpida por una melodía diferente, una imagen inesperada: la chica laosiana que había encontrado en la calle en la noche anterior, una figura frágil y enigmática que había irrumpido en su mundo ordenado.
Entró al cuarto de huéspedes con una cautela inusual en él, como si temiera romper un delicado equilibrio. Cada paso era medido, cada respiración contenida, esperando no despertarla. Allí estaba ella, acurrucada en una esquina del suelo, envuelta en una sábana de seda que había deslizado de la cama, un contraste sorprendente entre la opulencia del tejido y la humildad de su postura. Su cabello negro azabache, largo y desordenado, caía como una cascada oscura sobre su rostro, ocultando parcialmente sus facciones.
Su piel, de un tono cálido y suave, parecía resplandecer bajo la luz dorada que se colaba por la ventana, dándole un aura casi mística. Zhao Jun se quedó mirándola un instante, un lapso de tiempo que se sintió eterno, sorprendido por su belleza natural, casi etérea. No era solo su rostro delicado, con esos pómulos altos y labios perfectamente dibujados que invitaban a la curiosidad; había algo en su vulnerabilidad, en la forma en que dormía con una mezcla de agotamiento profundo y una serenidad infantil, que lo desarmaba por completo. Era una visión que desafiaba su lógica, que apelaba a una parte de él que rara vez se permitía sentir.
Se acercó despacio, el crujido apenas perceptible de la madera bajo sus pies resonando en el silencio de la habitación. Extendió una mano y tocó su hombro con una suavidad que no sabía que poseía.
“Oye… ¿Estás bien?”
murmuró, su voz apenas un susurro, consciente de que probablemente no entendería su mandarín. Ella abrió los ojos, grandes y oscuros como la noche sin luna, y lo miró con una mezcla de sorpresa, cautela y un atisbo de miedo que le partió el alma. Se incorporó rápidamente, sus movimientos ágiles a pesar del sueño, ajustándose la sábana como si fuera un escudo, una barrera protectora contra un mundo que ya la había herido.
-- Que sucede?.Pareciera que olvidaste quien soy en un solo instante.No te preocupes, estás a salvo,” dijo Zhao Jun, levantando las manos en un gesto universal de paz para calmarla
. La tensión en sus hombros era palpable, su corazón latía con una fuerza inusual. Sacó su teléfono, un modelo de última generación que era una extensión de su propia mente, y activó la aplicación de traducción que había configurado en modo más interactivo la noche anterior, previendo este momento.
La voz robótica del traductor repitió sus palabras en un idioma que ella pareció entender, porque asintió lentamente, sus ojos aún fijos en él, buscando alguna señal de engaño o amenaza.
“Me llamo Zhao Jun,” dijo, señalándose a sí mismo con una sonrisa tentativa. “¿Tú me olvidastes?”
Ella dudó, sus ojos profundos y expresivos lo escudriñaban, como si intentara leer su alma. Parecían contener un mundo entero de historias no contadas, de sufrimientos y esperanzas.
“,Disculpame.Me desperté desorientada” respondió en voz baja, su acento suave pero firme, una melodía exótica para los oídos de Zhao Jun. El traductor confirmó que era su nombre, y una pequeña chispa de alivio se encendió en el pecho del joven.
-- Todavía no me has dicho tu nombre o lo olvide..
--Dokmai.
--Es verdad.me lo dijistes la otra vez.Dokmai. vamos a desayunar Luego… podemos salir, conocer la ciudad.” Zhao Jun no sabía por qué había propuesto eso. No era de los que improvisaban planes, mucho menos con una desconocida que había aparecido de la nada en su vida. Su existencia estaba meticulosamente organizada, cada minuto programado, cada interacción calculada. Pero algo en ella, en su fragilidad y su misterio, lo hacía querer protegerla, mostrarle que el mundo no era solo el callejón oscuro donde la había encontrado, que había belleza y bondad más allá de su dolor. Era un impulso irracional, pero poderoso.
Dokmai asintió, aunque su expresión seguía siendo reservada, una máscara de precaución que apenas dejaba entrever sus emociones. Zhao Jun le ofreció una camiseta suya, de algodón suave y talla grande, y un par de pantalones deportivos que le quedaban enormes, pero ella los aceptó con gratitud, sus dedos rozando los suyos por un instante, enviando una corriente eléctrica a través de él.
Mientras desayunaban en la cocina, un espacio de diseño minimalista y electrodomésticos de acero inoxidable —panecillos al vapor y té que Zhao Jun preparó torpemente, más acostumbrado a la comida a domicilio que a la cocina—, él no podía dejar de notar cómo ella observaba todo con sorpresa y asombro: el brillo pulcro de los electrodomésticos, el zumbido futurista del microondas, incluso el sonido del agua corriendo del grifo, un lujo que para ella era una novedad. Para Seng, todo era nuevo, casi mágico, y su fascinación era contagiosa.
A través del traductor, ella comenzó a hablar mientras comían, su voz era baja, casi un susurro, pero había una fuerza subyacente en sus palabras, una resiliencia que la había traído hasta allí.
“En mi aldea, no tenemos estas cosas,” dijo, señalando la cocina con un gesto amplio. “Vine a la ciudad porque mi familia necesita dinero. Dijeron que aquí podía trabajar, casarme, ayudarlos.”
-- Que edad tienes?
-- Catorce años.Ya estoy vieja para casarme.Por eso quiero casarme contigo-- dijo ella a rajatabla.
Zhao Jun no pudo evitar compararla con sus compañeras de clase
-- Como llegastes hasta aquí?. Empezaste a contarme ayer y el tipo desagradable te interrumpió.
Ella suspiro, Hizo una pausa, y sus ojos se nublaron con un velo de tristeza y recuerdos dolorosos.
-- Llegaron a la aldea ofreciéndonos trabajo y encontrar un muchacho chino para casarnos.Despues descubrimos que nos engañaron. Un hombre nos llevó en un camión. Éramos muchas chicas. Nos llevaron a un lugar… un cuarto pequeño. Querían que hiciéramos cosas malas.” Su voz se quebró, y Zhao Jun sintió un nudo helado en el estómago, una rabia contenida que amenazaba con desbordarse. “Escapé de noche. Corrí mucho. Por eso estaba en la calle.”
Zhao Jun la escuchó en silencio, su mente procesando la crueldad de la situación, la injusticia que había sufrido. Sintió una mezcla de rabia impotente y una profunda tristeza por su inocencia perdida. Quería preguntarle más, saber los detalles, pero no quería presionarla, no quería revivir su trauma.
“Lo siento,” dijo simplemente, sus palabras sonando huecas ante la magnitud de su dolor. “No dejaré que te pase nada. Estás a salvo aquí.” La promesa salió de sus labios con una convicción que lo sorprendió incluso a él mismo.
Ella lo miró, y por primera vez, una pequeña sonrisa, tenue como el primer rayo de sol, asomó en sus labios. Era una sonrisa que iluminó su rostro, disipando por un instante la sombra de su pasado.
“Tú eres bueno,por eso nos casaremos.Yo voy a limpiar el piso, Voy a cortar el jardín,Seré agradable para ti familia,” dijo, y esas palabras, aunque mediadas por el traductor, resonaron en el corazón de Zhao Jun, haciendo que sintiera un calor extraño y reconfortante en el pecho, una sensación que nunca antes había experimentado y de paso lo hizo reír.
II
Decidieron salir a explorar Kunming. Zhao Jun, que rara vez dejaba su mundo de pantallas y código, su burbuja de algoritmos y datos,su vida de liceo se encontró emocionado por la idea de mostrarle la ciudad a Dokmai. Era una emoción nueva, desconocida, que lo sacaba de su zona de confort. Le prestó una chaqueta ligera, de un material técnico y transpirable, y el par de zapatos deportivos que compro ayer que le quedaban algo grandes, pero ella no se quejó, aceptando todo con una humildad que lo conmovía.
Cuando salieron a la calle, el aire fresco de la mañana los recibió, una brisa suave que traía consigo el bullicio de la ciudad despertando, el murmullo de las voces, el claxon de los coches, el aroma de la comida callejera.
Kunming, conocida como la “Ciudad de la Eterna Primavera”, estaba en su mejor momento. Los árboles de camelia bordeaban las calles, sus flores de colores vibrantes pintando el paisaje urbano, y el cielo estaba despejado, un azul profundo que dejaba ver las siluetas majestuosas de las montañas distantes.
Zhao Jun llevó a Seng al Parque del Lago Verde, un lugar emblemático donde las familias paseaban tranquilamente, los amantes se tomaban de la mano y los ancianos jugaban al ajedrez chino bajo la sombra protectora de los sauces llorones. Seng caminaba a su lado, sus ojos grandes y curiosos absorbiendo cada detalle, como si estuviera descubriendo un planeta nuevo, un universo de sensaciones y sonidos que nunca antes había imaginado.
“---¿Qué es eso?” preguntó, señalando un grupo de personas que practicaban tai chi en el parque, sus movimientos lentos y gráciles, como una danza ancestral. Zhao Jun explicó, usando el traductor, la filosofía detrás de la antigua disciplina, y ella lo observó fascinada, imitando torpemente algunos movimientos con una gracia innata que lo sorprendió. Él no pudo evitar reír, una risa genuina y espontánea que rara vez se permitía. Y ella, al notarlo, le dio un empujoncito juguetón en el brazo, una muestra de confianza que lo llenó de alegría. Fue la primera vez que la vio relajada, libre de la carga de su pasado, y su risa, clara y musical como el tintineo de campanillas de viento, lo hizo sonreír más de lo que esperaba, una sonrisa que llegaba hasta sus ojos.
Caminaron por el mercado de flores y pájaros, un laberinto de puestos donde los colores y aromas se mezclaban en una sinfonía sensorial. Las jaulas de pájaros cantores, las pilas de flores exóticas, el murmullo de los vendedores y compradores creaban una atmósfera vibrante. Dokmai se detuvo frente a un vendedor de orquídeas, sus ojos cautivados por la delicadeza de los pétalos, tocándolos con una reverencia que parecía reflejar su propia esencia.
“En mi aldea, tenemos flores, pero no así,” dijo, su voz llena de asombro.
Y Zhao Jun, sin pensarlo dos veces, sin la menor vacilación, compró una pequeña orquídea de un color púrpura intenso y se la dio. Ella la tomó con cuidado, como si fuera un tesoro invaluable, y la sostuvo contra su pecho mientras seguían caminando, el aroma dulce de la flor mezclándose con el aire de la ciudad.
A medida que avanzaba la mañana, Zhao Jun notaba cómo la belleza de Seng atraía miradas. No era solo su rostro, aunque era innegable que era deslumbrante: sus ojos expresivos que contaban historias sin palabras, su sonrisa tímida pero genuina que derretía el corazón, la forma en que su cabello se movía con el viento, enmarcando su rostro con una elegancia natural. Era la forma en que parecía brillar desde dentro, una luz propia que trascendía la ropa prestada que no le quedaba bien. Pero también notaba su fragilidad, la manera en que a veces miraba a su alrededor con cautela, como si temiera que alguien la reconociera, que su pasado la alcanzara. Era una dualidad que lo intrigaba y lo hacía querer protegerla aún más.
En un puesto de comida callejera, donde el aroma a especias y carne asada flotaba en el aire, compraron pinchos de carne asada, jugosos y llenos de sabor, y té de burbujas, una bebida exótica para Dokmai. Ella probó el té con curiosidad, sus ojos se abrieron de par en par cuando una burbuja de tapioca explotó en su boca, soltando una carcajada tan espontánea y contagiosa que Zhao Jun se rió con ella, sintiendo una conexión profunda.
Sentados en un banco del parque, comiendo bajo la sombra fresca de un cerezo en flor, él se sintió más ligero de lo que había estado en años. Su vida, siempre llena de ecuaciones complejas y deadlines apretados, parecía detenerse por un momento, suspendida en el tiempo, en ese instante de pura felicidad compartida.
--“¿Siempre vives así?” preguntó Dokmai, señalando a su alrededor con un gesto que abarcaba la multitud, los edificios, el ajetreo de la ciudad. “¿Con tanta gente, tantas cosas?”
“--No siempre,” admitió Zhao Jun, una sonrisa irónica asomando en sus labios. “Paso mucho tiempo en mi cuarto, trabajando en mi computadora. Hago cosas… complicadas. Inteligencia artificial, programas que piensan por sí mismos y mis clases. Voy a ir a la universidad aquí mismo y luego a Shanghai,Singapur.” Su voz adquirió un tono de orgullo, una pasión que rara vez compartía con nadie.
Ella frunció el ceño, confundida, su mente intentando procesar conceptos tan ajenos a su realidad.
--“¿Fabricaras algo Como el traductor?”
“Algo así, pero más grande. Quiero cambiar el mundo con eso.”
-- Su te vas.Me iré contigo?.
-- Vas a encontrar un chico que si quiera casarte contigo.
-- Pero es que no podrá ser.
-- Porque?
-- Porque estás conmigo.
Hizo una pausa, dándose cuenta de lo pretencioso que sonaba, de la ambición desmedida que a veces lo consumía. Definitivamente ella no era de entender muchas cosas. Y era evidente que casarse era su primera prioridad.
--“O al menos, hacer algo importante.Sabes leer y escribir?
-- No .No me enseñaron eso. Me enseñaron cocinar,ordeñar las bufalas,agarrar las serpientes y barrer”
El lo miró con admiración,era evidente que ella no entendía del todo la complejidad de su trabajo. Para ella, era suficiente saber que él era inteligente, que tenía un propósito.
-- “Tú eres muy listo,” dijo, sus palabras llenas de sinceridad. “En mi aldea, nadie sabe de esas cosas que tú dices.. Pero yo….Me doy no sé nada. No sé leer, no sé escribir.Por eso no quieres casarte conmigo” Bajó la mirada, avergonzada, la sombra de su pasado volviendo a oscurecer su rostro.
Zhao Jun sintió un impulso irrefrenable de consolarla, de borrar esa vergüenza de su rostro.
“No necesitas saber esas cosas para ser valiosa,” dijo, y el traductor repitió sus palabras, transmitiendo la sinceridad de su voz. “Tú eres fuerte. Escapaste, viniste hasta aquí. Eso es más de lo que muchos podrían hacer.Yo te voy a enseñar Se que eres inteligente.Li demostrastes” Era una verdad innegable, una muestra de su increíble resiliencia.
Ella levantó la vista, y sus ojos se encontraron, una conexión silenciosa y profunda que trascendía las palabras y las barreras culturales. Por un momento, el mundo pareció detenerse, el bullicio de Kunming se desvaneció, dejando solo a ellos dos. Luego, ella sonrió, una sonrisa radiante que llegó hasta sus ojos, y Zhao Jun sintió que su corazón latía un poco más rápido, un ritmo nuevo y emocionante que lo llenaba de una calidez inesperada.
III
El día pasó volando, cada momento una nueva revelación, cada interacción un paso más profundo en su conexión. Visitaron el Templo Yuantong, un santuario budista de una belleza serena, donde Dokmai se maravilló con las estatuas doradas de Buda, los intrincados detalles de la arquitectura y el aroma embriagador del incienso que llenaba el aire. Zhao Jun le explicó un poco sobre el budismo, sus principios de paz y compasión, aunque él mismo no era particularmente religioso, más bien un observador curioso. Ella escuchaba con atención, haciendo preguntas que lo sorprendían por su simplicidad y profundidad, preguntas que lo hacían reflexionar sobre aspectos de la vida que él, en su mundo de lógica, rara vez consideraba
-- . “¿Crees que los dioses nos cuidan?” preguntó en un momento, sus ojos buscando una respuesta en los suyos, y él, que siempre había confiado más en la lógica que en la fe, no supo qué responder, sintiéndose desarmado por su inocencia.
Continuaron su paseo, la conversación fluyendo con una facilidad sorprendente a pesar de la barrera del idioma. Zhao Jun le habló de sus proyectos, de su sueño de crear una inteligencia artificial que pudiera resolver problemas complejos de la humanidad, de su visión de un futuro impulsado por la tecnología.
Dokmai, a su vez, le contó más sobre su aldea, sobre la vida sencilla y conectada con la naturaleza, sobre las tradiciones y las historias que se contaban al calor de la hoguera. Era un contraste fascinante, dos mundos opuestos que, de alguna manera, se complementaban. Él, el genio de la tecnología, y ella, la joven de la aldea, cada uno enseñándole al otro una perspectiva diferente de la existencia.
IV
Al atardecer, mientras el cielo se teñía de tonos naranjas y púrpuras, se encontraron en un mirador con vistas a la ciudad. Las luces de Kunming comenzaban a encenderse, creando un tapiz brillante bajo ellos. Dokmai suspiró, una mezcla de asombro y melancolía. “Es tan grande,” dijo, su voz apenas audible. “Mi aldea es tan pequeña.”
Zhao Jun la miró, su corazón apretándose al ver la vulnerabilidad en sus ojos. “No importa el tamaño,” dijo, el traductor transmitiendo sus palabras con una precisión que no siempre capturaba la emoción. “Lo importante es lo que hay dentro. Y tú tienes un espíritu fuerte, . Mucho más fuerte que muchas personas que conozco en esta gran ciudad.” Le tomó la mano, un gesto impulsivo que lo sorprendió, pero que se sintió natural, correcto. Su piel era suave y cálida, y la sintió temblar ligeramente bajo su toque.
Ella no retiró la mano, sino que apretó la suya con delicadeza. “Tú también eres fuerte, Zhao Jun,” respondió. “Y bueno. Me salvaste.” Sus ojos se encontraron de nuevo, y en ese momento, la barrera del idioma, las diferencias culturales, todo se desvaneció. Solo existía la conexión entre ellos, una chispa que crecía con cada mirada, con cada toque.
Caminaron de regreso a la casa en silencio, sus manos aún entrelazadas, una promesa tácita de compañía en el crepúsculo. El aire se había vuelto más fresco, y las estrellas comenzaban a aparecer en el cielo oscuro. Zhao Jun se dio cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, no estaba pensando en código, ni en algoritmos, ni en el futuro de la inteligencia artificial. Su mente estaba completamente ocupada por Dokmai , por la calidez de su mano, por la profundidad de sus ojos, por la inesperada alegría que había traído a su vida.
Cuando llegaron a la casa, la oscuridad ya había cubierto Kunming.
Estaban cansados, pero había una energía nueva entre ellos, una conexión que ninguno podía explicar del todo, pero que ambos sentían con una intensidad abrumadora. En el cuarto de huéspedes, Dokmai sacó algo de su bolsillo: un hilo rojo vibrante que había encontrado en el mercado, probablemente caído de algún puesto de artesanías, un objeto insignificante que para ella tenía un significado profundo. Lo miró con una expresión seria, casi ceremonial, como si estuviera a punto de realizar un rito sagrado.
“En mi aldea,” dijo, su voz suave pero firme, “esto significa algo.” Tomó el hilo y, con una delicadeza que conmovió a Zhao Jun, lo ató alrededor del dedo meñique de Zhao Jun, sus dedos rozando los suyos, enviando escalofríos por su brazo. Luego, con el mismo cuidado, lo ató alrededor del suyo, uniendo sus meñiques con un nudo delicado pero fuerte. “Es para la suerte. Para que no nos perdamos. Para que nuestros destinos estén unidos
Zhao Jun miró el hilo rojo, sintiendo un calor que no podía describir, una sensación que iba más allá de la lógica y la razón. No creía en supersticiones, siempre había sido un hombre de ciencia, de hechos concretos, pero en ese momento, con los ojos de Dokmai fijos en los suyos, llenos de una fe inquebrantable, quiso creer. Quiso creer en la magia de ese hilo, en la promesa que representaba.
“Entonces, no nos perderemos,” dijo en voz baja, su voz ronca por la emoción, sus ojos reflejando la luz de los suyos.
Ella sonrió, y por primera vez, Zhao Jun sintió que no estaba solo en su mundo de código y ambiciones. Había algo más, algo más grande, algo que empezaba con un hilo rojo y una chica que, a pesar de no saber leer ni escribir, parecía entender el lenguaje del corazón mejor que él, un lenguaje universal que trascendía todas las barreras. Era el comienzo de algo nuevo, algo hermoso, algo que prometía cambiar su vida para siempre. La noche cayó sobre Kunming, pero en el corazón de Zhao Jun, una nueva aurora comenzaba a despuntar, iluminada por la presencia de Dokmai y la promesa de un futuro incierto pero emocionante.
Pues una inteligencia artificial conectada a un pizarrón electrónico diseñada para ayudar y complementar la enseñanza a niños con dificultades de aprendizaje,abarcando la primaria y secundaria con todas las materias complementadas con un programa de apoyo sicológico ,para presentarlo
en el evento importante que abarca diversas áreas de ciencia y tecnología, incluyendo proyectos de ingeniería, informática, robótica y otras disciplinas relacionadas.
Impacto: Ganar en este concurso puede abrir puertas para los estudiantes, incluyendo oportunidades de admisión en universidades prestigiosas y el reconocimiento a nivel nacional. El sabía que Muchos participantes se convierten en futuros científicos e ingenieros.
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Ya tenía casi listo el algoritmo,el chat bot y le faltaba bastante del hardware y el equipo, y dinero...dinero...
Necesitabs Una pizarra electrónica translúcida con una interfaz futurista, mostrando diferentes módulos y aplicaciones.En la parte superior izquierda, un icono de cerebro estilizado con conexiones neuronales, representando la inteligencia artificial que potencia el sistema.Contenido diverso en la pantalla, que podría incluir:
Ejercicios interactivos de matemáticas y ciencias (como el sistema solar o ecuaciones).
Mapas interactivos de China para geografía o historia.
Tarjetas de aprendizaje visuales con imágenes y texto (quizás para vocabulario, animales o conceptos básicos).
Una barra de progreso o de recompensas en la parte superior derecha, incentivando el aprendizaje.
Un avatar de un "tutor" virtual en la parte inferior de la pantalla, que podría ser el programa de apoyo psicológico o un asistente de aprendizaje.
Tenía listo un vídeo AI de presentación.necesitaba concentrarse y Dokmai había llegado como un elefante en cristalería.
V
La mañana siguiente trajo consigo una sensación de novedad y expectativa. Zhao Jun se despertó con el hilo rojo aún atado a su meñique, un recordatorio tangible de la conexión que había forjado con . Bajó a la cocina y la encontró ya despierta, observando con curiosidad el jardín zen que adornaba el patio interior. Su figura, envuelta en la ropa de Zhao Jun que aún le quedaba grande, parecía pequeña y vulnerable, pero había una quietud en ella que denotaba una fuerza interior. Al verlo, sus ojos se iluminaron con una sonrisa, y Zhao Jun sintió de nuevo ese calor familiar en el pecho.
“Buenos días,” dijo Zhao Jun, activando el traductor. “¿Dormiste bien?”
“Sí, gracias,” respondió Dokmai. “La cama es muy suave. Nunca dormí en algo así.Gracias por enseñarme a usarla” Su voz era un susurro, pero su gratitud era palpable.
“¿Qué haremos hoy?”
Zhao Jun se había pasado la noche pensando en eso mientras estaba concentrado en su proyecto.Habia dormido de 6 am a 8 am.
No podía simplemente dejarla ir, no después de lo que había pasado. Y tampoco quería. La idea de que ella se fuera, de que desapareciera de su vida tan rápido como había llegado, le producía una punzada de ansiedad.
-- “Estuve pensando,” comenzó, “que podrías quedarte aquí por un tiempo. Hasta que encontremos una solución, un lugar seguro para ti. Y quizás… quizás podría enseñarte algunas cosas.”
Dokmai lo miró con una mezcla de sorpresa y esperanza.
--“¿Enseñarme qué?”
“--A leer, a escribir,y tengo uno igual a este..que te puede enseñar muchas cosas” dijo Zhao Jun, sintiendo una emoción inesperada ante la idea. “… a aprender usar una computadora. A ver el mundo de otra manera.” La idea de compartir su mundo con ella, de abrirle las puertas del conocimiento que él tanto valoraba, era extrañamente atractiva.
Los ojos de Dokmai se llenaron de lágrimas, pero eran lágrimas de alegría.
-- “¿De verdad harías eso por mí?”
--“Claro que sí,” respondió Zhao Jun, su voz firme. “Eres mi amiga, Dokmai. Y nadie debería pasar por lo que tú pasaste.” Se acercó a ella y, con un gesto tierno, le secó una lágrima de la mejilla. El contacto fue breve, pero cargado de significado.
Zhao podía dejarla en su cuarto. Su madre ni se enteraría. Ella nunca entraba a su cuarto y por demás llegaba tarde a casa y se marchaba temprano a trabajar. Para ser sincero. Se comunicaban más vía I phone que presencial.
VI
Así comenzó una nueva fase en sus vidas. Los días se llenaron de lecciones improvisadas en la biblioteca de Zhao Jun, un espacio lleno de libros y pantallas. Él, con una paciencia que nadie le habría atribuido, le enseñaba las letras y los números, usando su traductor para explicar los conceptos más complejos. Dokmai, por su parte, era una alumna ávida, su mente absorbiendo cada nueva información como una esponja. Su progreso era asombroso, y Zhao Jun se sentía orgulloso de cada pequeño logro, de cada palabra que ella aprendía a reconocer, de cada frase que lograba escribir con su mano temblorosa, mientras el se concentraba en su proyecto y tareas..El liceo ya era un sitio secundario y realmente le resultaba fastidioso,aburrido y cansón estar con sus amigos y las chicas sencillamente no existían
VII.
Pero no todo era estudio. Por las tardes, continuaban sus exploraciones por Kunming. Zhao Jun le mostraba los museos, los templos antiguos, los mercados bulliciosos. Le explicaba la historia de la ciudad, la cultura china, y Dokmai, a cambio, le compartía las leyendas de su aldea, las canciones de su gente, la sabiduría ancestral de su cultura. Era un intercambio enriquecedor, una fusión de dos mundos que se encontraban y se entrelazaban.
Una tarde, mientras paseaban por un jardín botánico, Dokmai se detuvo frente a un estanque lleno de lotos.
“En mi aldea, el loto es una flor sagrada,” dijo. “Representa la pureza, la belleza que surge del barro.” Miró a Zhao Jun, sus ojos llenos de una comprensión profunda. “Como yo. Como tú me encontraste.”
Zhao Jun sintió un escalofrío. Nunca había pensado en sí mismo como un salvador, solo como alguien que había hecho lo correcto. Pero las palabras de ella le dieron una nueva perspectiva. Él era el barro, el mundo de la tecnología y la lógica, y ella era el loto, la belleza y la pureza que había surgido de la oscuridad. “Eres mucho más que eso, ” dijo, su voz suave. “Eres una flor que florece por sí misma, con una fuerza increíble.”
Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. La presencia de Dokmai en la casa de Zhao Jun se había vuelto tan natural como el aire que respiraba. Sus risas llenaban los pasillos, sus conversaciones, aunque mediadas por el traductor, se volvieron más profundas y significativas.
Zhao Jun se encontró esperando con ansias el final de sus jornadas de clases para pasar tiempo con ella, para ver su sonrisa, para escuchar sus historias. La soledad que antes lo había acompañado en su mundo de genio solitario se había disipado, reemplazada por una calidez y una compañía que nunca supo que necesitaba.
VIII
Una noche,aprovechando que su madre estaba 25 días en Singapur, mientras cenaban en el jardín interno bajo la luz de las estrellas, Dokmai le preguntó: “
--¿Qué pasará conmigo, Zhao Jun? ¿Siempre me quedaré aquí?”
Zhao Jun la miró, su corazón latiendo con fuerza. Había evitado esa conversación, temiendo la respuesta. Pero sabía que era inevitable
. “No lo sé, ” admitió. “Pero lo que sí sé es que no te dejaré sola. Encontraremos una solución. Juntos.”
Ella le tomó la mano, el hilo rojo aún uniendo sus meñiques.
-- “Confío en ti,” dijo, y en sus ojos, Zhao Jun vio no solo confianza, sino también un amor incipiente, un sentimiento que lo abrumó y lo llenó de una felicidad indescriptible. Él también sentía lo mismo, un amor que había crecido silenciosamente en su corazón, un amor que había transformado su mundo de algoritmos en un universo de emociones y posibilidades.
Esa noche, bajo el cielo estrellado de Kunming, Zhao Jun se dio cuenta de que su vida nunca volvería a ser la misma.
Lo entendió a cabalidad cuando en la calle de la comida rapida para tomarse su coca cola favorita la abrió con la con la coca cola de tapa compartida con la de ella
Dokmai no era solo una chica a la que había salvado; era la persona que lo había salvado a él, que le había mostrado la belleza del mundo más allá de las pantallas, la importancia de la conexión humana, la magia de un hilo rojo que unía dos almas destinadas a encontrarse. Y mientras el viento susurraba entre los árboles, él supo que su historia, la historia de Zhao Jun y Dokmai apenas estaba comenzando.
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