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domingo, 11 de mayo de 2025

Herencia de Cenizas Capitulo 1 y 2

Novelas Por Capitulos

Capítulo 1 y 2

 HERENCIA de Cenizas

GÉNERO: Thriller urbano, novela negra contemporánea, Saga El Corazon de Jade
1: 

El cielo de Nueva York tenía el mismo tono que el acero: gris, impersonal, dispuesto a aplastar a quien lo mirara por demasiado tiempo. La torre Crane Capital dominaba el horizonte como una navaja vertical, una amenaza arquitectónica más que un símbolo de éxito. En el último piso, las paredes de vidrio no dejaban escapar secretos. Vincent Crane estaba sentado tras un escritorio de ébano africano, más caro que discreto, afilando silenciosamente una estilográfica Montblanc con dedos lentos y expertos.

Isabelle irrumpió sin anunciarse. No golpeó. No saludó. Iba vestida como si fuera a presidir su propio funeral: falda lápiz negra, blusa de seda que apenas ocultaba el filo de su ambición, y unos tacones que sonaban como un martillo sobre la madera noble.

Iba vestida como si fuera a presidir su propio funeral: falda lápiz negra, blusa de seda que apenas ocultaba el filo de su ambición, y unos tacones que sonaban como un martillo sobre la madera noble

—Quiero el 51%, papá.-- anuncio sin saludar, luego de sentarse elegantemente frente al escritorio del hombre

Vincent levantó la vista. Su rostro, aún atractivo a los 48, parecía esculpido en mármol. Había una grieta, eso sí: una pequeña arruga en la comisura de su ojo izquierdo, la única concesión al paso del tiempo.

—Buenos días, Isabelle--indico para centrar a su hija en los buenos modales..

—No te hagas el cínico. O me das lo que me corresponde, o empiezo a hablar con Marcus. Y créeme: él no es tan... comprensivo como yo.--indico la joven haciendo caso omiso a la norma, era evidente que lo habia estado meditando y asi lo anuncio, sin preambulos, sin negociacion, sin respeto, tal como era ella para todo, lo peor , sin perder la calma, sin perder el tranquilo y sereno tono de voz.

La palabra "comprensivo" se le curvó en los labios como una hoja oxidada. Vincent soltó una sonrisa breve,, y se reclinó en la silla. jUNTO SUS DEDOS Y SE DEDICO A CONTEMPLAR SU HIJA.

Desde el ventanal, el Empire State parecía un dedo acusador apuntando al cielo. Pensó en tirarse por ahí una vez, hacía muchos años. Pero había demasiado dinero de por medio.

—No sé qué te han enseñado en la universidad, pero aquí arriba, cariño, nadie regala nada. El 51% se gana. O se roba. ¿Estás preparada para eso?

—Lo estoy haciendo ahora mismo, ¿no? —dijo Isabelle, y dejó sobre el escritorio una carpeta negra. Adentro, un informe forense de finanzas, cuidadosamente editado. Suficiente para hacerle pasar un mal rato con el IRS. O con sus enemigos.

Vincent hojeó sin pestañear.

—Qué diligente. ¿Te ayudó Marcus?

Ella no respondió. La mirada que le devolvió estaba hecha de vidrio molido. Cuando salió, el aire pareció recuperar la temperatura.

II

Chloe observaba a su hermana desde el otro lado del pasillo. Siempre la veía salir como si hubiera ganado otra batalla. Siempre con ese paso firme, ese perfume caro mezclado con veneno. Isabelle no caminaba: ejecutaba. Chloe, en cambio, se limitaba a seguir.

—Quiero que lo sigas A TODOS LADOS, PAGA LO QUE SEA, HA ESTADO VIAJANDO  si n decir adonde y otros los ha enmascarado en supuestos viajes de negocios. Desde Hoy. —informo enfatica Isabelle,  le lanzó un sobre cerrado. Dentro, fotos de Vincent entrando y saliendo de varios lugares. Algunos con letreros en japonés.

—¿Japón? —preguntó Chloe, bajando la voz.

—Miyagi. . Busca vuelos. Tú vas también. Ha estado iendo y viniendo en el avion de la empresa, dice que por inversiones. Hasta donde tengo entendido las inversiones que estan en Tokyo  se hacen via internet y con inteligencia artificial. Tengo un video de mi padre tomando el tren para Miyagi. realmente me intriga

—¿Y el reuerdo de  mamá? Crees que vuelva a buscar otra mujer? —preguntó, por reflejo. El aire se volvió denso. Isabelle la miró como si hubiera escupido en la alfombra.

—Mamá está muerta. Tú solo obedeces.

Chloe apretó el sobre. Las uñas se le clavaron en la palma.

III

Vincent no se sentía cómodo en clubes nocturnos, pero ese en particular tenía el beneficio de la oscuridad, el anonimato y las sustancias ilegales  caras. Se sentó en la esquina más alejada de la pista, rodeado de ejecutivos quemados y prostitutas maquilladas como ángeles del infierno.

Una figura se acercó: Jayden, un asesor independiente  de inversiones con conexiones turbias.

—Marcus se mueve. Esta hablando con gente de Teheran, Damasco y Bengazi. Y con ella. —Jayden se refería a Isabelle sin nombrarla.

Vincent se masajeó las sienes. En la mesa, una copa de whisky Dalmore 62 se evaporaba sola.

—Estoy cansado, no quiero mas. Quiero estar vivo aunque sea por dos minutos. En un principio era magnifico. ahora no.Realmente no.--respondio con voz agotada

—¿Vas a correr?

—Voy a desaparecer unos días. Japón. Asuntos sin resolver.

Jayden se echó a reír.

—¿Japón? ¿Por qué siento que hay una mujer de por medio?

Vincent no respondió. En su memoria, Aiko reapareció como un cuchillo envuelto en seda. Y junto a ella, el recuerdo de una carta no contestada. Habia ido varias veces a Miyagi. Habia estado buscando. Habia llegado a al centro de belleza, modesto, muy sencillo. Su dueñla Aiko Tanaka. No estaba, las empleadas ,tipico de las japoneses le dijeron que estaba de viaje. Que podia volver. Le dieron el wassap y correo de la empresa. Viajando?. Aiko sin duda lo habia visto venir y se escondio. Varias veces insistio. Nunca la encontro. Queria saber de ella. Queria saber si estaba casada. Aiko fue lo mejor de su vida

IV

Miyagi estaba mojada. Siempre lo estaba. Vincent descendio  del coche alquilado frente a un local decrépito con luces de neón fallando. "Sakura Beauty" decía el cartel, en rosa descascarado. Nuevamente , otro intento, otras 18 horas de viaje Entró sin tocar el timbre.

La encontro.

Aiko no levantó la vista. Estaba limpiando instrumentos de tratamientos de belleza. Usaba guantes. 

—¿Qué haces aquí?--dijo sin verlo--Me han dicho que has venido varias veces en los ultimos dos meses

—Negocios.

—¿Y desde cuándo tus negocios incluyen a mujeres pobres con salones de belleza rotos?

—Desde que recibí una carta hace quince años. Quiero saber que tan de cierto hay en lo que no colocastes en esa carta.

Ella lo miró. Ni una lágrima. Ni un parpadeo. Aiko estaba rota, pero cada fragmento afilado.

—Vete, Vincent. Ya hiciste suficiente.

Vincent sonrió. Era la sonrisa de un hombre que no acepta "no".

—Quiero verte. Hablar. Comer sushi malo y recordar por qué me dejaste.

Aiko se quitó los guantes. Los dejó caer con un golpe seco.

--Te deje?.. Yo te deje? Mira si eres cinico-- dijo ella dignandose a mirarlo

—¿Quieres respuestas? Mañana a las diez. Aquí. Pero no vengas solo. Porque si descubres lo que hay detrás de esa puerta... vas a desear no haber venido nunca.--agtego ella

Vincent salió al frío de Miyagi. Su chaqueta de diseñador no lo protegía del pasado.



Capítulo 2: El Secreto Revelado
Miyagi, Japón – mayo de 2025

Vicente no durmió en toda la noche. Fastidiado, contemplaba la lluvia desde la amplia ventana. Caía como una cortina rota sobre Miyagi, difuminando los letreros de neón en manchas de rojo y azul. Los japoneses y sus transparencias, pensó.
El local de Aiko estaba atrasado en los pagos. Había un préstamo sobre la tarjeta de crédito, un gasto de ingreso a una clínica por un tratamiento no cubierto por el seguro. Todo eso la arrastraba cuesta abajo.
Él ganaba millones por segundo. Se lo debía. Quien tiene dinero tiene conexiones. Quien invierte en el TOPIX Banks Index sabe todo lo que quiere saber.
Tenía 75 millones de dólares en ese índice y otros 145 millones en el Global X Japan Bank High Dividend ETF.
Todo eso para descubrir que Aiko Tanaka tenía una deuda insignificante para el, imposible de pagar para ella.
En dos segundos y medio, hizo una transferencia. Pagó todo. Intereses, clínicas, créditos. Absolutamente todo. Por primera vez en años, se sintió bien consigo mismo.
¿Por qué Aiko? Porque se enamoró de ella. Porque siempre la amó. Por su calma. Su serenidad.Su imposible belleza, Por la manera infantil en que hacían el amor. Porque se imaginó un futuro con ella. Porque tuvo que volver a Estados Unidos, a causa de una enfermedad devastadora que arrastraba su pequeña Isabella, de solo siete años. Leucemia. Vida reducida a tratamientos y hospitales.
Y en ese caos, perdió la pista de Aiko. Hasta ahora.Seguia siendo bella. Tenia que saber quien estaba en su vida. tenia que averiguar de ella, queria intentarlo..Le gustaba, le atraia, siempre fue ella.

Al día siguiente, Vincent Crane, con su gabardina empapada, caminaba por una calle que olía a fritura y desesperación.
El centro de belleza de Aiko estaba al fondo de un callejón, un edificio achaparrado con un letrero oxidado que prometía "Eterna Juventud", pero ofrecía solo óxido y promesas rotas.
Comparado con los rascacielos de cristal de Nueva York, esto era un insulto. Pero Vincent no estaba ahí por estética. Estaba por respuestas. Ella le había dicho que volviera. Y volvió.

Empujó la puerta. Una campanilla oxidada anunció su entrada.
El interior del local era un mausoleo de espejos empañados y frascos de laca vacíos. En la visita de ayer no habia detallado la pobreza del local, para ser sincero en las anteriores tampoco.
Aiko Tanaka, 42 años, estaba tras el mostrador, contando billetes arrugados con dedos que temblaban, de rabia o cansancio.
La belleza seguía ahí, oculta bajo las grietas de una vida difícil. Cuando lo vio, su rostro se endureció.

—Vincent —dijo con voz de seda y filo—. Suponía que no vendrías. ¿De casualidad quieres acostarte conmigo otra vez? Déjame decirte que no me he bañado hoy...

Él se acercó, dejando un rastro de agua en el piso.

—Te dije que quería hablar, Aiko. No vine desde el otro lado del mundo para un portazo.

Ella cruzó los brazos. Pura muralla.

—No hay nada que decir. Lo nuestro terminó hace quince años. Vete. Me dejaste. Sufrí demasiado hasta entender que una mujer no debe llorar por un hombre que no la valora. Pero lo superé —dijo, con esa rabia que sólo una mujer enamorada y herida puede reunir y decir..

Vincent sonrió. Esa sonrisa calculada que desarmaba a socios y amantes. Pero Aiko no era una conquista.
Recordó sus noches en Tokio, cuando ella era chispa en su mundo podrido. Luego, el silencio. Hasta hoy.

—Quince años —dijo, apoyándose en el mostrador—. Justo el tiempo desde que me enviaste esa carta. ¿La recuerdas? Estabas embarazada?. Era una carta pidiendo ayuda, desesperada. Me pedías apoyo. Y algo me impidió venir. Quiero que lo sepas.

El rostro de Aiko palideció. Pero sus ojos no se apartaron.

—No sé de qué hablas. Nunca te escribí nada.

—Mentira —replicó él, la voz baja pero cortante—. La tengo. Guardada en un servidor que nadie toca. ¿Quieres que te la recite? "Vincent, no sé qué hacer. Estoy sola..."

—¡Basta! —Aiko golpeó el mostrador. Un frasco vacío saltó como un insecto—. No hay carta. No hay nada. ¡Vete!

Vincent la observó. Buscaba la verdad en las grietas.
El miedo que oía no era por él. Era por algo —o alguien más.
Y Vincent Crane sabía una cosa: el miedo siempre escondía un secreto.

—No vine porque no podía.-- insistio

—Creo que llegaste algo tarde.¿Y eso tan importante que te lo impidió?

—Isabelle fue diagnosticada con leucemia. Tenía que estar con ella. —Su voz era piedra al informarlo —. Luego volví. Te busqué por todas partes. No te encontré. Aiko... entiéndelo. Solo quiero hablar.

—No puedo atenderte en este momento —dijo ella, golpeada por la confesión—. Estoy recibiendo una notificación...

Miró el celular. La notificación bancaria decía: "Crédito saldado. Cuenta restituida. Límite ampliado."
Su mirada se oscureció.

—Realmente no tienes perdón de Dios —dijo, enseñándole el iPhone—. ¿Quieres tenerme amarrada? ¿Chantajearme con el pago de mis deudas?



—Solo quiero un café contigo. Eso pagaría la deuda, que no lo es. Quiero cuidarte y apoyarte.

Aiko lo miró. Se estremeció. Demasiado atractivo. Demasiado tarde. Demasiado todo.Odiaba haber estado enamorada. Odiaba hasta el infinito seguir enamorada, sentirse fragil, dominada, debil ante el atractivo Vicent, que solo queria algo,y por eso estaba ahí frente a ella, venía a  hacerle despiadadamente, insaciablemente el amor hasta dejarla llorando de placer. la idea le dio una indignacion sin limites.

Nueva York

Isabelle Crane estaba en su loft de Tribeca, rodeada de sombras y ventanales que se abrían a un Manhattan despiadado.
En su laptop brillaban los correos hackeados de Vincent. Japón. Miyagi. Varios viajes sin sentido... o eso parecía.
Pero Isabelle no creía en las casualidades. Todo tenía propósito. Y ella lo descubriría.

Chloe, su asistente, estaba en un sillón. Piernas cruzadas, mirada baja.

—No sé qué más buscar, Isabelle. Su itinerario no dice nada. Solo vuelos y hoteles. También ha ido a Sudáfrica y Polonia...

Isabelle ni levantó la mirada.

—Entonces busca mejor. O tendré que recordarte lo que pasa cuando me decepcionas.
Nuestro querido padre no tuvo una amante en Sudáfrica ni otra en Polonia. Solo mujeres sin importancia. Pero en Japón se enredó muy fuerte. Totalmente.Eso lo se.

Chloe se estremeció. El recuerdo de una bofetada invisible dolía más que cualquier golpe. Isabelle no necesitaba tocar para hacer sangrar.

—Está bien —susurró Chloe—. Seguiré mirando.

Isabelle cerró la laptop de un chasquido.

—Hazlo. Y no se lo digas a nadie. Ni a Elliot. ¿Entendido?

-- Elliot.

-- Anda cortejando me, a veces pienso que realmente le gusto

Chloe asintió, pero su mente estaba en otro sitio.
Llevaba días Hackeando, buscando... encontró algo: un correo antiguo, borrado, recuperado.
Una línea escrita por Lena, la madre de Isabelle.La madre de ambas
"No estoy muerta, Vincent. Sé lo que hiciste."

Chloe no se lo dijo a Isabelle. Todavía no.
Pero ese secreto ya empezaba a romperla.

Isabelle, ajena, recibía mensajes cifrados. ETF falsos, bonos que financiaban armas, drogas, votos.
Su red tejida entre los hilos de Trump y Hunter Biden.
Vincent era la fachada. Ella, el poder. Y quería el 51%.
Quería todo.

Y si Vincent escondía algo en Japón, lo averiguaría.

Capítulo 3:


Miyagi a las 2,05 de la mañana. La rave era un infierno de luces estroboscópicas y bajos que golpeaban como martillos. Vincent, fuera de lugar con su traje de $5,000, se abrió paso entre cuerpos sudorosos y ojos vidriosos. Había seguido un impulso, una pista de un taxista que mencionó "la chica salvaje" que frecuentaba este antro. Y allí estaba: Rin, de 15 años, bailando en una plataforma como si el mundo le debiera algo. Su cabello teñido de morado



neón, sus piercings, su ropa rota —todo gritaba caos. Pero Vincent vio algo más. Sus ojos. Eran los suyos.



 Tokio, 2010.

 Aiko riendo en un bar de sake, sus dedos rozando los de Vincent. "Eres un desastre, Crane," dijo ella, "pero me haces sentir viva." Él le prometió el mundo, pero solo le dio promesas vacías. Cuando ella desapareció, él no la buscó. Era más fácil así.

Salió de sus recuerdos

Rin tropezó, cayendo de la plataforma. Vincent la atrapó por instinto, y ella lo miró, drogada pero astuta. 

—¿Quién eres, viejo? —dijo, su voz, un gruñido.—Alguien que quiere hablar —respondió él, ayudándola a levantarse.Ella rió, un sonido roto. 


—Hablar cuesta. ¿Tienes efectivo?


Vincent sacó un fajo de yenes, y los ojos de Rin brillaron.ells  Lo llevó a un rincón, donde la música era un rugido lejano.

 —Dame más y te doy lo que quieras —dijo, acercándose demasiado.

Vincent sintió una punzada de asco, no por ella, sino por sí mismo. Esta chica, esta ruina, era su sangre. Lo sabía. Y ella no tenía idea.

Y no lo sabía.

—No es lo que crees. ¿Y si te dijera que puedes ganar una beca?

—¿Qué clase de beca?

—Para modelaje. O canto.

—Como sea —dijo ella, con desdén, aunque le brillaron los ojos.

—Sé que habrá un casting para entrar en Takane no Nadeshiko.

—Mentira. ¿Y tú qué cobras? ¿Te vas a acostar conmigo?. Soy menor de edad.

—Mañana hablamos. Quiero llevarte a casa.

—Viejo depravado. Son apenas las dos. Ven mañana. Siempre estoy aquí. Soy popular.
Y le cantó Cute for Life.

https://youtu.be/KgcjPd8n2Es?si=l9Tmxl1nzQLg9nSI

 Tenía voz. Buena voz.
Al terminar, dijo:

—Viejo, hablas japonés muy bien. ¿Sabes algo? Me caes bien.

—Vendré mañana.-- insistio

—Te estaré esperando... con una denuncia por acoso.

Vincent sonrió. Se fue.
—No hay duda, Es hija de Aiko —dijo, a nadie cuando salio




IV

En la mañana, sin haber dormido ni un segundo,De vuelta en el centro de belleza, Vincent enfrentó a Aiko apenas ella abrió el sencillo negocio. La luz gris se filtraba por las cortinas rotas, iluminando un espacio que olía a quiebra. Un hombre estaba allí, un acreedor con tatuajes que asomaban bajo su camisa.


 —Tanaka, el plazo se acabó —dijo el hombre, ignorando a Vincent, quien se sento en una de las sillas de espera de las clientes—. Paga o tu negocio arde.

Aiko lo enfrentó, su voz temblando pero firme.

 —Dame una semana. Lo tendré.El hombre rió y se fue, pero su amenaza quedó en el aire. Vincent esperó a que la puerta se cerrara.

—Es mi hija, ¿verdad? —dijo, sin preámbulos—. Rin. La vi. Es mía.Tiene mis ojos y el mismo caracter de Isabella.

Aiko se derrumbó en una silla, su fachada rota.

 —No tienes derecho, Vincent. No después de abandonarme. De ignorar mi carta.—Entonces si la escribiste —dijo él, su voz un triunfo frío.

Ella lo miró, lágrimas de rabia en los ojos.

 —SÍ, la escribí. Y tú no viniste. Así que me escondí. Por ella. Por Rin. Porque sabía que tu mundo la mataría. Y ahora, si te acercas, alguien más lo hará.

—¿Quién? —preguntó Vincent, pero su mente ya estaba en Isabelle. Su hija mayor, la que no dudaría en borrar a una hermanita del mapa

.—No te acerques a ella —susurró Aiko—. O estamos muertas.

Vincent no respondió. Estaba obsesionado. Rin era un error, pero también una oportunidad. Ayudarla, controlarla, usarla. En su mundo, todo era una herramienta.


Nueva York

Isabelle estaba en un bar clandestino, un lugar donde el dinero sucio cambiaba de manos. Marcus, el socio de Vincent, estaba allí, sudando bajo su traje barato. 

—Vincent está en Japón —dijo Marcus—. No sé por qué, pero es un mal momento. Los reguladores están cerca.

Isabelle tomó un sorbo de su martini, su sonrisa una navaja. 

—Déjame a mí los reguladores, Marcus. 

.Marcus palideció. 

—¿Qué planeas, Isabelle? Esto es grande. Trump, Biden... si se sabe...

—No se sabrá —cortó ella—. Porque tú no hablarás. ¿Verdad?

Él asintió, pero el miedo en sus ojos era un libro abierto. Isabelle lo notó. Y decidió que Marcus ya no era útil.


Miyagi

Esa siguiente noche

Vincent llegó a la discoteca, le dijeron que Rin se fue con varios hombres,

la busco por todas partes   incapaz de dejarla ir. La encontró en un callejón, negociando con un traficante que no aceptaba "no" por respuesta. Rin les debía dinero,  Vincent, estúpido o desesperado, intervino. Sacó más yenes, pero el traficante no era un amateur. 

—Gringo, esto no es tu juego —dijo el hombre, sacando una navaja.Vincent sonrió, esa sonrisa que cerraba tratos.

 —Todo es mi juego.Pero el callejón era oscuro, y la navaja brillaba. 

Vincent estaba fuera de su elemento, y lo sabía.





Miyagi, Japón. Mayo de 2025
La lluvia azotaba Miyagi como una condena. La primavera era un rumor lejano, ahogado en charcos y neón. Vincent Crane, envuelto en una gabardina Armani empapada, se detuvo frente al salón de belleza de Aiko. El letrero parpadeante teñía el asfalto de verde venenoso y rosa enfermo, un eco barato del Times Square que él una vez dominó. Sabía que dentro, Aiko contaba billetes con dedos temblorosos, cada yen un recordatorio de su ruina.
Empujó la puerta. La campana tintineó como un insulto. En la mano, un maletín: 50.000 dólares en efectivo. No era redención. Era control. Vincent no amaba; acorralaba. Su forma de conquistar era asfixiar, cerrar espacios hasta que no quedara salida. Aiko había huido una vez. Él la había encontrado. Ahora, el salón estaba vacío. Ventaja. Y ella, a pesar de todo, aún lo amaba.
Implacable, avanzó. Quería poseerla. Fundirla en él. Habían pasado demasiados años. Ya estaba aquí. No se iría.
—Tómalo. —Dejó el maletín en el mostrador, su voz puro hielo—. Cubre tus deudas. No pido nada. No me debes nada. Nunca.
Aiko, 42 años, lo miró con ojos gastados. Su belleza, aún afilada, estaba erosionada por la guerra diaria. No tocó el maletín.
—¿Por qué ahora, Vincent? ¿Después de quince años de silencio? —Su voz temblaba, pero no de miedo, sino de rabia contenida—. Traes peligro. ¿Crees que no sé lo que es Isabelle? Contigo aquí, ella vendrá. Japón. Yo. Rin. Lo sabrá. Y todos pagaremos.
Vincent se acercó. El perfume barato de Aiko removió recuerdos que él prefería mantener sepultados.
—Sé lo de Rin. Nuestra hija. —Su tono era cortante, sin espacio para disculpas—. No vengo a pedir perdón. Vengo a arreglarlo. Está perdida. Fuera de la escuela. Hundida en adicciones. En peligro de muerte. Yo no estuve. Tuve miedo de perder a Isabelle. Ahora temo perder a Rin. Ella merece vivir.
Aiko soltó una risa rota, como cristales triturados bajo botas.
—¿Arreglar? Tú solo destruyes. —Bajó la voz, un susurro afilado—. ¿Cómo la protegerás de Isabelle? Vete. Por ella.
Vincent no retrocedió. Enfrentó la verdad en los ojos de Aiko: Isabelle, su hija mayor, era un ciclón con tacones y carmín. Una heredera forjada para aniquilar. A sus 22 años, ya era un monstruo. Chloe, la otra, era un eco vacío. Y Rin, su Rin, estaba perdida.
—¿Qué pasó, Aiko? —preguntó, aunque sabía la respuesta—. ¿Qué nos pasó?
Ella desvió la mirada, los hombros hundidos bajo el peso de una década y media.
—Trabajé dieciocho horas al día para mantenernos. Dejé a Rin sola. Demasiado. Cuando era niña, el hijo de un vecino… —Su voz se quebró—. Abusó de ella. Psicólogos, terapias, ayuda comunitaria. Nada funcionó. No quiere vivir. Ha estado al borde de la muerte, intoxicada, una y otra vez. La busco de madrugada por Miyagi, pero no la encuentro. El negocio se hunde. La comunidad me señala: mala madre. Y tienen razón.
El miedo en sus ojos no era por Vincent. Era por Isabelle. La hija que heredó su crueldad y la perfeccionó.
—No me voy hasta que Rin esté a salvo —dijo él, enfrentando la magnitud de su fracaso. Si había un premio al peor padre, lo tenía ganado—. Te apoyaré.
Aiko negó con la cabeza.
—No puedes.
—Claro que sí. —Hizo una pausa, midiendo cada palabra—. Quiero casarme contigo.
Ella rió, un sonido amargo que cortaba más que cualquier grito.
—¿Un papel borra quince años de abandono? Esto no es Tokio. Rin sufre. La acosan por ser hāfu, por su cabello castaño. Hasta en eso la han quebrado.
—No es un papel. Somos nosotros. dos los unicos Culpables. Por mi parte,Nunca dejé de amarte. —Vincent respiró hondo, la verdad quemándole la garganta—. He mediado entre Isabelle y Chloe, pero no es suficiente. Isabelle… es mi obra. Vive sin frenos. Teme que la leucemia regrese, que la mate joven. Por eso es un huracán. Y Chloe es su trofeo , En este momento lo mas importanteb es nuestra hija, no dejaré que Rin se nos muera.
—Pretendes comprarlo todo con dinero —escupió Aiko.
—Para algo sirve.
—La baja autoestima, el dolor, el miedo… no se compran ni solucionan con dinero. Ese fue mi error.
—Entonces aprenderemos a ser padres. Juntos.
—Tus hijas son tus víctimas. —La voz de Aiko era un látigo—. ¿Cómo vas a ayudar?
—No lo sé. —Admitió, por primera vez, su propia impotencia—. Pero Isabelle ya dirige un imperio de 35.000 millones. Algo hice bien.
Aiko bajó la mirada.
—Entiendo.Y yo fracasé con un salón de belleza.
—Basta de culpas. Actuemos. —Vincent dio un paso adelante—. ¿Dónde está Rin?
—Anoche no volvió a casa.
—¡Aiko!
Ella lo miró, la desesperación tallada en cada línea de su rostro.
El iPhone de Vincent vibró, cortando el aire. Una videollamada. Isabelle.
—Hola, querido Vincent. —Su voz era veneno envuelto en seda—. Teníamos compromisos este fin de semana, pero los usaste de papel higiénico.
—Hija, descansa. Es domingo.
—Estoy en la cama, devorando Netflix. —Vicent no necesitaba imaginar la escena, se la sabia de memoria. Isabelle con una piyama de seda, acostada en la cama, una fuente de chucherias y dulces, viendo porno extremo Gore, con 3 laptops con las  inversiones en tokyo,hong kong,taipei y singapur,  un analizador de rostro colocado en el visor de la conversacion, para ver sus expresiones,  a su lado, silenciosa, junto a ella Clhoe,—. Quería que celebraramos . Las inversiones en ADR, ETF, Nikkei 225 y ProShares en Japón subieron un 2,25 %. ¿No te alegra? Veo mucha luz donde estás. ¿Dónde estás?
—Me alegra. Son… —hizo una pausa, calculando— 45 millones en comisiones.
—45.239.628, para ser exactos. —Isabelle ladeó la cabeza desde su imagen del visor, parecia querer ver mas alla de donde Vicent llenaba toda la pantalla para impedirlo—. Suficiente para Nutella y mantequilla de maní. ¿Vienes?
—No.
—Ya veo.Espero prepares alguna vesion creible  —El tono de Isabelle se endureció, un filo de frustración bajo la calma—. Hablamos en la oficina.
Cortó la llamada.
—Está furiosa —murmuró Vincent, una gota de sudor resbalando por su frente.
—No te preocupes —dijo Aiko, pero su voz carecía de convicción—. Se le pasará.
Ambos sabían que no era cierto. Isabelle no olvidaba. Ni perdonaba.

El Comac 909 VIP volaba justamente entrando en el mar caribe rumbo a new york. Su unico pasajero, descalzo, en shorts y una franelilla sin mangas, disfrutaba un whisky , y miraba a ratos una pelicula y la ruta por donde se desplazaba su avion personalizado

-- Todavia faltaban 5 horas y media para llegar a new york, vio el reloj que se ajustaba a medida que el avion se desplazaba..llegaria 3.35 am hora de new york. Habia durado 2 meses sin ir a la Gran Manzana.Estaria mas o menos un mes ahi…

Nada menos que uno de los cinco solteros mas cotizados,perseguidos de argentina brasil y mexico, Diego Alejandro Vargas, Edad: 27 años: Argentino, con raíces mexicanas, brasileñas, venezolanas y chilenas Heredero y gestor de inversiones familiares en México, Brasil y Argentina

Muy popular en los clubs y playas de Sao Paulo,Punta Cana con su  Metro ochenta y siete, piel bronceada que mezcla el sol del Caribe y el sur del continente. Cabello negro, muy liso, y algo largo, , siempre despeinado con estudiada despreocupación. Ojos castaños intensos, con una chispa que prometia todo tipo de  problemas. Siempre elegante, siempre deportivo, siempre casual, mezclando  trajes a medida de diseñadores italianos con blue jeans , o sus zapatos Alexander McQueen con un pantalon de obrero , siempre un toque rebelde: camisa desabotonada,y un toque diferente con su reloj  Apple Watch. Su sonrisa es un arma, afilada y peligrosa. En definitiva un tipo peligroso, depredador nato, 

extrovertido, magnético, un huracán social que llena cualquier habitación. Vive al límite, coleccionando amantes, fiestas y riesgos. Sin necesidad de buscar validacion de nadie, marcando siempre tendencia,Su carisma es una trampa; seductor  sin esfuerzo, pero nunca se queda. Bajo la fachada de playboy, hay un hombre atrapado por su propia libertad, buscando algo que no puede nombrar. Su herencia multicultural le da un aire cosmopolita, pero también una sensación de no pertenecer a ningún lugar, bastante honesto a pesar del ambiente, fuerte en su personalidad,

Volviendo a New York, atrasado por un Iman muy poderoso, hechizado, ansioso, y asustado por que no queria preguntarse al espejo si se habia enamorado..


Su curriculum era conocido, ella tambien lo sabia y no la impresiono en lo mas minimo…

Diego Vargas nació en una mansión de Recoleta, Buenos Aires, bajo el peso de un apellido que abre puertas y cierra corazones. Su abuelo paterno, un magnate mexicano del tequila, se casó con una brasileña de familia cafetera, cuya sensualidad y ambición definieron el linaje. Por el lado materno, un venezolano petrolero y una chilena heredera de viñedos forjaron una fortuna que cruza fronteras. La familia Vargas es un imperio: inversiones en tequila mexicano, café brasileño, petróleo venezolano, vino chileno y bienes raíces argentinos. Dinero que huele a poder y traición.

Criado entre jet privados y colegios exclusivos, Diego aprendió a hablar español con acentos que cambian según la habitación: el cantadito mexicano, el ritmo samba brasileño, el calor venezolano, el filo chileno. Pero Argentina, con su tango y su arrogancia, lo marcó más profundo. A los 27, dirige una rama del negocio familiar, moviendo millones entre México, Brasil y Argentina. No trabaja por necesidad; lo hace por adrenalina.

Su vida es un desfile de excesos. Clubes en São Paulo, yates en Cancún, casinos en Buenos Aires. Mujeres que caen rendidas ante su risa fácil y su billetera sin fondo. Es un playboy consuetudinario, un coleccionista de conquistas que nunca repite. No porque no quiera, sino porque ninguna lo retiene. Hasta que la conoció y por primera ve se sintio nervioso, sin argumentos,sin saber como hacer su proximo movimiento,viendose a actuar con sinceridad.

Ahora en su avion sentia que se dio razones para un iaje innecesario de negocios. Era eso. Verla otra vez. No era chica de whatsapp, no era chica emoticons, no estaba en orbita normal.


Para su mala suerte, su desdicha y la pérdida de toda tranquilidad, Diego conoció a Isabelle Crane. Fría, inalcanzable, con ojos que cortan como navajas. No es hermosa en el sentido clásico; su magnetismo radica en su intensidad, en su rechazo absoluto a ser poseída. Isabelle se abrió paso en un mundo de hombres con inteligencia y acero. Los millones de Diego no la impresionan, ni su charme, ni sus promesas susurradas en la penumbra de un bar. Para ella, él es solo otro depredador en un traje caro. Sabe lidiar con hombres más bellos, más seductores, más playboys que él. Y eso lo enloquece.

Diego la vio por primera vez en una gala benéfica tras un desfile de modas en New York . No sabía quién era ella. Estaba en primera fila, acompañada de una chica silenciosa, ignorando a los tiburones que orbitaban a su alrededor. Él apostó que la tendría en una semana. Han pasado tres meses, lo ha intentado todo, y ella no ha cedido un milímetro. Cada rechazo es un anzuelo que se clava más hondo. Por primera vez, Diego no sabe si quiere conquistarla o rendirse ante ella. Pero está seguro de una cosa: esto ya no es una conquista. Isabelle es un veneno maligno que no puede dejar de beber.


. El humo del tabaco y un jazz rasposo llenan el aire. Su traje Brioni brilla bajo las luces tenues, pero sus ojos buscan solo a una persona. Allí está Isabelle, en un vestido blanco que abraza su figura, su piel pálida evocando una fragilidad etérea que es pura ilusión. Parece un ángel caído, intocable y letal.

—¿Sigues castigando al mundo con esa cara tan preciosa? —Diego se apoyo en la barra, su sonrisa un desafío—. Suena barato, lo sé, pero no se me ocurrió nada más que decir la verdad.

Ella lo miro, evaluándolo con curiosidad fría. Otro más. Igual a todos. Nada nuevo.

—¿Eres de los que gastan millones para llenar el vacío? —Su voz es un bisturí, precisa y cruel.

Diego río, pero el golpe quema. Pidio dos whiskys. El barman los sirvio sin preguntar.

—Te invito a una copa. Sin trampas. —Mentia y ella lo sabia,no importaba nada

Isabelle ladeo la cabeza, sus ojos lo atravezaron como si pudiera desarmarlo.

—No bebo con hombres que no tienen argumentos para acercarse.

El calor subió por el cuello de Diego. Nadie lo rechazaba. Nadie. Pero con ella, el juego era distinto. Cada palabra de Isabelle es una pared que él queria derribar, aunque significara romperse en el intento.

—¿Y si te digo que estoy cansado de inventar frases ingeniosas? —Su voz baja, casi un susurro—. A veces, mostrarse como es resulta más honesto.

Por un segundo, la máscara cayo. Ella lo estudio, como si viera las grietas bajo su piel. Luego, tomó el whisky,  bebió   un sorbo  y se levantó.

—No soy un trofeo, . Ni estoy en venta. —Su tono era hielo puro—. Hay chicas que por 290.000 dólares te prometen un fin de semana en los Hamptons. Búscalas.

Se alejo, su figura esbelta cortando el bullicio de la fiesta. Dejo el vaso en la barra, con una mancha de lápiz labial carmesí. Diego lo tomo, lo giro entre los dedos y bebio donde quedó su marca, saboreando el rastro de ella. Por primera vez en años, sientio que no controlaba  nada. Viviendo al límite, rozando lo suicida, y sintió el vertigo de esta mujer era el riesgo más grande que habia tomado. Su facilidad para conectar, para seducir, se desvaneció ante ella. Era demasiado sofisticada, demasiado inalcanzable para su mundo.

La fiesta explotó cuando Isabelle tomó un microfono comenzando a cantar Dancing in the Dark a capella.

https://youtu.be/E7r_xgV-z88?si=pDYTILhHjUxXNkSD

La multitud gritaba, bailando, perdiéndose  en el frenesí. Diego, con el vaso de Isabelle en la mano, la buscó entre la gente. Allí estába, bailando sola, su cuerpo ondulante un desafío abierto.

 Aquí estoy, indicaba su movimiento. Inténtalo. Conmigo no vas a poder. Giró, su vestido blanco destellando bajo las luces. Lo miró, viendo el vaso en sus manos, y siguio bailando, imperturbable. Diego tomó un sorbo donde quedó la mancha de sus labios. Ella no aparto la mirada. El juego apenas comenzaba.








Urbanismo Malba, Nueva York .  mansión de la familia Crane



La oficina de Vincent 

en la mansión en la exclusiva urbanizacion  Malba era poder, riqueza, sellado  ambición sin limites

en la mansión en la exclusiva urbanizacion Malba era poder, riqueza, sellado ambición sin limites.


. Isabelle Crane se había adueñado de ese lugar con la misma facilidad con la que toma una copa de vino: sin pedir permiso. El despacho, como todo lo que alguna vez fue de su padre, ya le pertenecía por derecho moral, si no aún por papeles. Vincent apenas aparecía, como un recuerdo molesto de vez en cuando.

Vincent apenas aparecía, como un recuerdo molesto de vez en cuando

Chloe entró con pasos mínimos, casi disculpándose con el aire. Siempre vestía bien, siempre hablaba poco. Su sombra parecía pedir perdón por precederla.

Isabelle estaba sentada al escritorio, firme como una escultura de hielo. No levantó la vista, estaba inmersa en negociaciones de armas para financiar a un grupo no muy decente en africa, le pagarían con Rodio y Coltan...Era una inversion propia que manejaba a través de una red de internet especial..

—Llegas tarde. ¿Qué averiguaste? —Su tono fue quirúrgico, limpio de afecto, sin perder tiempo, como era ella para todo.

Chloe tragó saliva. Dejó un sobre con documentos sobre el escritorio y evitó mirar directamente a su hermana.

Nuestro padre Vincent...ha estado viajando , lo hace  en clase económica y ahi triangula con Japon . , siempre desde Europa. Ahora mismo ... ahora está en Japón —murmuró. Las palabras salían secas, cortadas, como si temiera el eco.

Isabelle hojeó el contenido sin apuro.

—Japón —repitió, entornando los ojos. Vicente estaba desarrollando otro tablero de juego.

—Tal vez... está buscando algo que perdió —aventuró Chloe, con voz baja. —Una mujer. De antes. Cuando éramos chicas. Nunca la menciona. Pero creo... creo se trata de que la mujer que decían amó. Y no lo soportó cuando se fue.

Silencio.

Isabelle cerró el sobre con un chasquido seco.

—¿Y tú cómo sabes eso? —preguntó sin levantar la voz, pero había algo en su mirada que podía romper costillas.

—Oí cosas —susurró Chloe. Se encogió un poco, como esperando una bofetada verbal., evitando "lo escuche cuando estabas enferma y yo era mas pequeña".

—No repitas chismes. No eres camarera de salón de té . Es muy raro que a estas alturas de la vida a Vicent se le ocurra buscar una mujer que lo dejó hace un montón de años. Debe ser otra cosa.—escupió Isabelle, molesta ante lo inevitable. Vicent andaba haciendo lo que le daba la gana y no se lo decia.

—Perdón... —dijo Chloe, casi inaudible.

—¿Dijo algo más a alguien, a los gerentes?

—Solo les dijo ... que regresaría en unas semanas.. Está... está esquivo.

Isabelle apoyó el codo sobre la mesa y la miró, por fin. Unos segundos interminables.

—¿No Te resulta extraño que nuestro padre esté buscando algo a espaldas de nosotras? —preguntó. No esperaba respuesta. Chloe sólo negó con la cabeza.

—Claro que no. Siempre lo hace —añadió Isabelle, como si sellara un epitafio.

**

Más tarde, en el comedor informal de la mansión.

El almuerzo era una coreografía de opulencia, una declaración de desprecio al hambre del mundo. El chef —sumiso, invisible— sirvió en silencio. El menú era insultante en su perfección:

Ostras Kumamoto con mignonette de maracuyá y jengibre fresco, dos por cabeza.

Mini blinis con crème fraîche y caviar Oscietra, apenas tocados con perlas de limón.

Para Chloe: ensalada tibia de langosta Maine, espárragos blancos, flor de cebollino y vinagreta de champagne.

Para Isabelle: filete de lubina chilena sobre risotto de azafrán iraní, con láminas de trufa negra de Périgord.

Panes artesanales infusión dos con aceitunas kalamata, mantequilla de Normandía batida a mano.

Postre: mini tarta de frutos rojos y almendras, helado de flor de azahar, trufas de chocolate belga con corazón de caramelo salado, y una bandeja con frutas frescas cortadas con precisión quirúrgica.

Todo regado con un Champagne Blanc de Blancs Salon Le Mesnil Brut Millésimé, servido en copas de cristal de roca talladas a mano.

Chloe comía en silencio. Masticaba despacio, sin placer. A veces El lujo la intimidaba. Isabelle, en cambio, lo dominaba como una reina en su trono.

—Me pediste que investigara. Lo hice —dijo Chloe, sin levantar la vista, adivinando la continuacion de la conversacion.

—Eso ya lo vi —respondió Isabelle, señalando el sobre—. ¿Algo más?

—Una... una foto antigua. De él. Con alguien. Parecían felices —dijo Chloe, con la voz casi apagada.

—¿Una japonesa? No me gusta estar dando vueltas en circulos-- indicó Isabelle, anunciando que tomaría cartas en el asunto, inmediatamente

—No sé... no se veia bien. Pero pareciera que si . Era una chica oriental.Muy bella, de concurso. Nuestro padre es muy joven.Está muy sólo. Necesita compañia,Una pareja--se atrevio a proponer Chloe

Isabelle bebió su champán con desgano, sin cortesia , como tomandose una coca cola..

—Debe tratarse de  esa. La que lo dejó como un perro en la lluvia. Típico. No soporta algo que no puede  controlar, tiene que tenerlo a toda costa —musitó tratando de tranquilizar su mente..

Chloe no respondió. El silencio era su defensa.

—--Si llegará con esa mujer que dices que siempre amó, ¿qué harías?

—Es un hombre joven y bello. Tú lo dijiste. Necesita pareja —respondió Isabelle encogiéndose de hombros.

—¿Aceptarías Una japonesa?

Isabelle hizo un gesto ambiguo, como si la idea le diera igual.

—Son bonitas, inteligentes, guardan las formas. No creo que sea eso. Mas si es una que hace poco conocio por ahi, no le durara mucho —respondio finalmente Isabelle, con un dejo de sarcasmo.

Chloe pareció sopesar la idea

—Son  muy fértiles —añadió Isabelle, ácida, para que Clhoe dimenionara la situacion.

—No parece. Se están extinguiendo —replicó Chloe y con mucho cuidado preguntó ,

—Bien. Si te vende la mitad del negocio, ¿qué harás?

—Tengo ideas —dijo Isabelle, su voz un murmullo cargado de peligro.

—¿Por qué no haces una fiesta e invitas a ese aburrido, patético, mojigato que anda por ahi detras de ti? —propuso repentinamente Chloe,

—Jamás, es un bore A wet blanket —espetó Isabelle, sabiendo perfectamente a quien se refería su hermana. Ya le habia llegado el chisme. Definitivamente New York era un rancherio de 18 millones de personas..

—Estás derretida. Te conozco.  Lo vi. Se parece identico a una foto de un actor Frances de no se cuantos siglos atras...Dime, ¿cree que el piensa eres demasiado High-maintenance?

— Si. Se parece a Alain Delon joven. Nada más cambia el color de los ojos....Que lo crea. Y tú ten cuidado de no toparte con uno igual. Eres demasiado bonita —respondió Isabelle   convencida y cambiando  su tono a  una advertencia envuelta en hielo al final.

—Hay un chico —confesó Chloe, casi como un desafío.

—Lo sabía —dijo Isabelle, terminando su plato y tomando otra copa servida de champán sin modales, bebiendo como si fuera una gaseosa barata.

—Tengo sed —se justificó, mientras un mesonero, presto como un perro entrenado, le servía la tercera  copa.

—¿Es serio? —preguntó Isabelle, sus ojos entrecerrados.

—No. Nada formal.Apenas nos estamos conociendo. Anda con cuidado. Es un chico francés.

—¿Se baña y se cepilla los dientes? Algunos apestan a cinco millas —dijo Isabelle, su voz destilando asco.

—Por favor, Isabelle. Tiene dinero. Su padre es francés, la madre de Kuwait o algo así. Tienen petróleo —respondió Chloe, con desdén.

—Esos visten a las mujeres con trapos —escupió Isabelle.

—Son cristianos.

—Da igual —cortó Isabelle, dando por terminado el almuerzo. Luego, mirándola fijamente, añadió—: ¿Cuento contigo para la compra de acciones?

—Es una posición adelantada —respondió Chloe, clínica, como si hablara de un asesinato.

Isabelle asintió en silencio, un gesto que sellaba un pacto tan frío como el mármol de la mansión.

Miyagi, Japón. Medianoche. Un puesto callejero, un yatai.

A 13 horas de distancia, mientras el frío mordía los huesos, Vincent y Aiko comían en un yatai destartalado.Ofrecian Yakitori y tempura,en raciones humildes que sabían a derrota...Vincent comía yakitori en un banco plástico que cojeaba. A su lado, Aiko sorbía una sopa clara con udon aguado y tempura triste. El aceite recalentado se pegaba en la lengua... Ni siquiera podia imaginarse como reaccionaria Isabelle  de verlo comer asi en una oscura esquina de una solitaria zona  rural de Miyagi..

Los platos eran descartables. Las servilletas, papel de arroz. 

La primavera no llegaba, y su hija tampoco. Rin seguía perdida en las calles de Miyagi, un espectro que se les escapaba. Los acreedores de Aiko, por ahora, tampoco aparecían. Pero ambos sabían que el tiempo se agotaba.

--Aiko.

Ella levanto su mirada.

--Por que siempre andas en camisas manga largas??


 —

A . Q

Fin del capítulo 2 Continuara..



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