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miércoles, 14 de mayo de 2025

Herencia de Cenizas Capitulo 3.Saga El Corazón de Jade

Novelas Por Capitulos



Lectura de Entretenimiento. Prohibida la reproducción parcial ó total de éste documento sin el permiso escrito del autor y/o editor.

Agradecimientos A todos y cada uno de los amigos lectores que nos han leído, nos han comentado y alguna vez nos han ayudado comprando uno de estos trabajos, adicionando el hecho de compartirlos. Muchas Gracias a todos y cada uno de Ustedes. e999erpc55

Cuento. Urbano. Contemporáneo. Erótica. Aventuras. Ficción. Romance. Distópico


Los personajes y acontecimientos relatados en esta obra son absolutamente ficción, producto de la creación del autor. No tiene relación absoluta  con ninguna situación real presente o pasada.

#romance #acciòn #aventuras #urbanocontemporaneo #edrapecor

Los cuentos incluidos en èste trabajo colocan imagenes de inteligencia artificial creados por el autor.Los derechos de autor,la Comercialización, ganancias y responsabilidad legal es unicamente de sus propietarios y creadores



Vincent y Aiko observaron el sórdido apartamento con una mueca casi imperceptible. El olor a rancio, mezclado con un dulzor químico –drogas baratas, supuso Vincent–, se adhería a la ropa de la mujer sentada frente a ellos. Ella los esperaba; sabía que vendrían. Había acudido a saldar una deuda de Aiko, una que él consideraba cerrada hacía años, pero los cabos sueltos tenían la molesta costumbre de reaparecer. Aiko, a su lado, contempló a la otra mujer, una sombra de la figura que recordaba. La belleza japonesa que una vez lo había cautivado estaba marchita: ojos oscuros rodeados de sombras violáceas, piel cetrina, un cigarrillo temblando entre sus dedos.



—Así que viniste —dijo la mujer, su voz un susurro ronco, sin sorpresa, solo resignación opaca.


—El dinero —replicó Vincent, su tono neutro, desprovisto de cualquier inflexión que pudiera interpretarse como emoción. Colocó un maletín sobre la única mesa desvencijada que no parecía a punto de colapsar—. Está todo ahí. Puedes contarlo. Y luego desapareces de la vida de Aiko


.La intermediaria no miró el maletín. Sus ojos, fijos en él, reflejaban una extraña mezcla de anhelo y desesperación.


—Oye, Aiko, mala madre —espetó con desprecio—. La zorra de tu hija Rin anda por ahí queriendo ser la reina furyō del bajo Miyagi. ¿Eso no está bien, verdad?


Ambos se tensaron. Rin. La hija que compartían, un error de juventud, una consecuencia imprevista de una relación fugaz que Vincent había intentado olvidar. Sabía de su existencia, por supuesto. Su hija era una delincuente juvenil, absentista escolar crónica, consumidora. Un producto predecible de su entorno y de la negligencia de Aiko.


—No es mi problema —afirmó Vincent, disimulando. No era aún el momento de hacer pública su paternidad, aunque, en el fondo, había venido por Rin. La deuda de Aiko era un pretexto, una transacción que le permitía mantener la distancia emocional necesaria. También dejaba claro que una relación estable con Aiko sería imposible: ella estaba llena de secretos, cada uno peor que el anterior.


—Ellos... ellos la tienen controlada y son los que la destruyen  —susurró Aiko, las palabras apenas audibles—. Dijeron que si no pagaba hoy, le harían daño. Por eso te llamé. Sabía que solo tú podrías...


Vincent sintió una punzada, no de preocupación, sino de irritación. Complicaciones. Siempre complicaciones


. —¿Quiénes son "ellos"?


Antes de que Aiko pudiera responder, la puerta del apartamento se abrió de golpe. Dos hombres corpulentos, con rostros impasibles y miradas vacías, entraron. No eran los matones callejeros que esperaba. Estos eran profesionales. Silenciosos. Eficientes.Uno de ellos sonrió levemente a Aiko.


 —Buen trabajo, Aiko-san. El jefe estará complacido.

Aiko bajó la mirada, sus hombros encorvados. —Lo siento, Vincent. Tenía que proteger a Rin. Siempre está metiéndose en problemas. Ellos me obligaron a un trato... te vieron con Rin, vieron tu interés en ella. Quieren más dinero o tu cabeza por su seguridad.


Vincent no se movió. Su rostro permaneció inexpresivo, sus ojos grises evaluando la situación con frialdad quirúrgica. Usado. Sí. Traicionado. Por supuesto. ¿Sorprendido? Apenas. La naturaleza humana, en su forma más básica y predecible, rara vez ofrecía novedades. Aiko, esclava de sus problemas y de un amor retorcido hacia él, había elegido el camino que percibía como el de menor resistencia, el que le ofrecía una falsa sensación de control sobre el caos de su vida y la de su hija.



—El dinero está en el maletín —dijo Vincent, su voz plana—. Tómenlo. Y díganle a su jefe que esto no ha terminado. —No era una amenaza nacida de la ira, sino una simple declaración de hechos. Una ecuación que necesitaría ser balanceada.



Los hombres intercambiaron una mirada. El que había hablado se encogió de hombros.


 —El jefe no está interesado en el dinero, "Haifu". Está interesado en ti.


Vincent asintió lentamente. Entendía. Esto no era por una deuda cualquiera de una mujer desesperada. Era algo más. Algo personal.Aiko, con su patética devoción y su secreta adicción a las "tiradas" –probablemente juegos de azar de alto riesgo o alguna otra deuda con gente peligrosa–, había sido el peón perfecto. La carnada.Mientras los hombres se acercaban, Vincent no pensó en Aiko ni en la traición. Pensó en Rin, su hija desconocida, una delincuente juvenil. Una pieza más en un juego que acababa de volverse considerablemente más complejo. Detestaba las complicaciones innecesarias, pero también sabía cómo resolverlas. De forma permanente.



El dinero que Vincent había dejado, supuestamente para las deudas de Aiko, encontró un camino mucho más rápido hacia las venas de Rin. La joven, un torbellino de autodestrucción adolescente, lo quemó en una espiral de euforia química que culminó, predeciblemente, en el suelo frío de un callejón olvidado, con espuma escapando de sus labios azulados. Alguien, quizás un alma con un vestigio de compasión o simplemente alguien que no quería un cadáver en su territorio, llamó a una ambulancia.


II

Isabelle recibió una llamada en medio de una videoconferencia con su equipo legal en Nueva York, discutiendo la hostil adquisición de una corporación rival. Su rostro no mostró alteración alguna cuando una voz anónima le informó que su "padre" estaba andando a todas horas con una mujer bella y pobre en Miyagi Japon. Le anexaron un informe generado por IA con todos sus movimientos.


 —Entendido, procede y luego me dices —dijo al escuchar lo último. 


Vincent y la bellísima mujer llamada Aiko habían ido a una casa vinculada a la delincuencia, y otros matones "chinpira" habían ingresado mientras estaban dentro. No era bueno.Sin pestañear, cortó la llamada y volvió a la pantalla. 

—Continuemos con la cláusula de no competencia —indicó a sus abogados, su voz tan firme como siempre.


III

Vincent y Aiko fueron golpeados brutalmente por los matones.


—Escucha, "ketchiyin aho" —espetó uno de ellos—. Queremos otro maletín igual para el fin de semana. Se ve que te interesa esta sucia "anko". Si la quieres entera, procura papagar



.El hombre le propinó una patada, y el otro y la mujer se rieron.


—Gracias, "shofu" —dijo el segundo despectivamente a Aiko. Los sacaron a empujones y los dejaron en medio de la calle solitaria, iluminada por la luna.

Como pudieron, se dirigieron en el viejo Nissan Laurel 1985 diesel de Aiko rumbo al hospital. Fueron atendidos, y Aiko fue informada sobre su hija. Vincent no pasó desapercibido que el personal conocía a Aiko y a Rin. El lugar olía a desinfectante y desesperación, una combinación familiar de otras incursiones en los márgenes de la sociedad.A consecuencia de los golpes, Vincent sufrió un ataque de hipertensión. Dos horas después de estabilizarlo, pagar su tratamiento y hacerse responsable del de Rin, encontró a Aiko en la sala de espera, una figura encogida y sollozante. No le dirigió la palabra. Un médico de aspecto cansado le informó sobre el estado de Rin: crítica pero estable, gracias a una intervención rápida. Le habían bombeado el estómago y ahora estaba sedada, conectada a un laberinto de tubos y monitores.

Vincent escuchó el informe con la misma atención impasible que dedicaría a un análisis de mercado. Luego, preguntó por los responsables de la deuda original de Aiko, aquellos a quienes ella lo había entregado


. El médico, confundido por el cambio de tema, no supo qué decir. Fue Aiko quien, entre lágrimas, le dio un nombre: Ryuu, un usurero de bajo nivel con conexiones con la yakuza local.

"Ocúpate de ella", le dijo Vincent a Aiko, refiriéndose a Rin, sin mirarla. "Yo me ocuparé del resto."

No visitó la habitación de Rin. Tenía que pensar,buscar soluciones.

.  Vio un mensaje, una cita.En menos de una hora, dos hombres discretos y vestidos con trajes oscuros, diferentes a los que lo habían emboscado, se reunieron con él en el estacionamiento del hospital. Eran  "solucionadores", la clase de individuos que operaban en las sombras donde la ley no llegaba o era demasiado lenta.

-- Una "amiga" nos contrato, dijo que estaba en problemas con "Ryuu", 

-- Quien es Ryuu?

-- Es un chino que quiere ser "yokozuma" por aquí. Sabemos que lo atacó.Cualquier cosa llámeme a este Whassap.

Quedó sólo en el solitario estacionamiento del centro comercial.

-- Un amigo? . Obvio. Isabelle-- el nombre de su hija le tenso las venas, produciendo le casi otro ataque de hipertensión.

Mientras lo hombres se dispersaban en las sombras , Vincent se permitió un momento de reflexión, no sobre Rin, sino sobre la situación. La chica era una variable no planificada, un pasivo. Pero también, potencialmente, una palanca. Los acreedores de Aiko, los que lo habían querido a él y no el dinero, eran el verdadero objetivo. Ryuu era solo un peón. La venganza era un plato que se servía frío, calculado y con precisión quirúrgica. No había espacio para la emoción, solo para la estrategia.

Se enfrentaba a la realidad de su hija secreta, no con angustia paternal, sino con la fría lógica de un estratega. Su incapacidad para "ayudarla" en el sentido convencional era irrelevante. Él no operaba en el ámbito de los sentimientos o la redención familiar. Operaba en el ámbito del poder y el control. Rin, en su estado vulnerable, era una pieza en el tablero.  Vincent siempre jugaba para ganar. La escena del hospital, con sus olores y su miseria, no era más que el telón de fondo para el siguiente movimiento en su juego particular. Un juego donde él dictaba las reglas y, eventualmente, el resultado final. Estaba más que claro que amaba a Aiko, y sacarla de la red donde estaba entregada no sería fácil y también peligroso. Ahora tenía a Isabelle dentro de la jugada

Mientras caminaba por el pasillo entendió. Aiko,Rin y el eran las víctimas. Las víctimas de Isabelle

III

Mientras Vincent movía sus piezas en el oscuro tablero de Miyagi, en Nueva York, otra partida, no menos peligrosa, estaba en juego. Isabelle, la primogénita de Vincent, una belleza de veintidós años con el mismo acero en los ojos que su padre y una ambición que ardía como hielo seco, no se contentaba con ser simplemente la heredera. Quería el imperio, sí, pero para sus propios fines, una agenda paralela que tejía con meticulosa discreción en los círculos de poder de la Gran Manzana.

Y ya más o menos tenía un panorama de lo que estaba sucediendo con Vicent

Los discretos informes que su padre recibío sobre una posible media hermana en Japón no habían pasado desapercibidos para Isabelle. Tenía sus propios informantes, mejor pagados y más leales a su creciente influencia que a la de su distante padre.

 Le hablaron existencia de una preciosa mujer muy pobre, ahora sabía cómo se llamaba , ,Aiko, era una variable que necesitaba cuantificar y, si era necesario, neutralizar. No por afecto fraternal o preocupación familiar –esos eran conceptos ajenos a su naturaleza–, sino porque cualquier cabo suelto de Vincent podría enredar sus propios planes.

 Isabelle llegó tarde al apartamento de su hermana. No con la fanfarria de una heredera multimillonaria, sino con la sutileza de un depredador acechando a su presa. 

. A sus diecinueve años, Chloe era la antítesis de Isabelle: suave, sumisa, con una fragilidad que Isabelle despreciaba y explotaba a partes iguales. Chloe se asustó. Isabelle no era precisamente dada a hacer visitas.

-- Hola Clhoe-- saludó finalmente Isabelle a su hermana-- No tienes a nadie en el cuarto?

-- Sabes que no soy así.

-- Ok.Como te quedaste el fin de semana conmigo, te devuelvo la cortesía.

-- Te quedarás?

-- Ahhhh..siiii, estoy cansada,-- dió un bostezo 

-- Cenaste?

-- No tengo hambre.

Quitándose los zapatos Isabelle se sentó en la minimalista y ecléctica sala.




—Nuestro padre anda en andanzas juveniles con una mujer de baja reputación. Le dieron una paliza a los dos y terminaron en el hospital de Miyagi. No te lo dije ayer porque estoy averiguando en qué anda metido.

Chloe se sobresaltó

. —!Isabelle!.

Isabelle sonrió, una curva perfecta de sus labios que no alcanzó sus ojos fríos. 

—Oh, querida Chloe, estoy averiguando cosas. Sé su nombre: Aiko, la amante japonesa olvidada.No entiendo porque ahora anda junto a ella.


Se acercó a Chloe, invadiendo su espacio personal, su perfume caro y exclusivo envolviéndola como una telaraña sedosa.

 —La pregunta no es qué sé yo, hermanita. La pregunta es, ¿qué sabes tú? ¿Te ha contado padre sus pequeños secretos sucios? ¿O sigues siendo la niña buena que no ve nada, no oye nada y, ciertamente, no dice nada?



Chloe retrocedió instintivamente. 

—No sé de qué hablas. Padre no me cuenta esas cosas.

—No mientas, Chloe. Es insultante —siseó Isabelle, su sonrisa desvaneciéndose—. Te pedí que averiguaras, y terminé haciéndolo yo misma. ¿Padre está limpiando un desastre o quizás invirtiendo en uno nuevo? Eso, querida, interfiere con mis planes. Con nuestros planes, si decides ser inteligente.


—¿Nuestros planes? Isabelle, ¿qué estás tramando? Esto va más allá de la empresa, ¿verdad?Isabelle se rió, un sonido cristalino y vacío.


 —La empresa es solo el principio. Es el poder para hacer lo que realmente quiero. Y nadie, absolutamente nadie, se interpondrá en mi camino. Ni siquiera una hermanastra perdida y su patética madre. Ni siquiera tú, si te vuelves un obstáculo. Ya lo hablamos y estuviste de acuerdo.


La amenaza flotó en el aire, palpable y helada. Chloe sintió un escalofrío recorrer su espalda. Conocía a Isabelle. Sabía de lo que era capaz. —¿Qué quieres de mí? —preguntó en un susurro.


—Por ahora, nada. Solo quería que supieras que yo sé. Que estoy aquí. Y que estoy observando —dijo Isabelle, volviéndose hacia la ventana—. Miyagi es un lugar interesante. Lleno de secretos. Y yo soy muy buena descubriéndolos. Y usándolos.

  la amenaza implícita suspendida, sabiendo que el miedo de Chloe era un instrumento más efectivo que cualquier orden directa. Por ahora.


Las palabras de Isabelle resonaban en la mente de Chloe, frías y afiladas como fragmentos de cristal. El miedo era una constante en su vida junto a Isabelle, una sombra que la seguía, pero esta vez era diferente. Había una finalidad en el tono de su hermana, una crueldad desnuda que insinuaba algo mucho más oscuro que una simple toma de control empresarial.Impulsada por una inquietud que no podía ignorar, Chloe comenzó a hacer algo que nunca antes se había atrevido: husmear. Isabelle era metódica, casi paranoicamente organizada, pero también arrogante. Creía que Chloe era demasiado débil, demasiado insignificante para representar una amenaza. Fue esta arrogancia la que permitió a Chloe encontrar las primeras pistas.


En la computadora de Isabelle, protegida por contraseñas que Chloe adivinó tras años de observación pasiva (el nombre de su primer caballo de exhibición, un vestigio sentimental de una infancia menos calculadora), encontró archivos encriptados. La mayoría estaban más allá de sus capacidades técnicas, pero uno, titulado "Plan de Contingencia Familiar", estaba menos protegido. Dentro, no había documentos financieros ni estrategias corporativas. Había perfiles detallados de Vincent: fotografías, seguimientos de sus movimientos, historiales médicos. No era un perfil de admiración filial, sino un análisis frío de sus vulnerabilidades, rutinas y contactos clave. Entre líneas, Chloe leyó una intención escalofriante.No eran solo planes para despojar a su padre de su empresa. Las notas marginales, escritas en un código personal que Chloe tardó días en descifrar (basado en las novelas de misterio que Isabelle devoraba en su adolescencia), hablaban de "neutralización permanente" y "eliminación de obstáculos irreconciliables". Asesinato. La palabra explotó en la mente de Chloe, helada y aterradora.Durante días, Chloe vivió en un estado de terror paralizante. Isabelle seguía con su vida, alternando entre reuniones de alto nivel y eventos sociales exclusivos, su fachada de heredera perfecta impecable. Pero Chloe ahora veía la oscuridad detrás de la sonrisa brillante, la crueldad que acechaba en los ojos calculadores.


El miedo la consumía, pero también forjó algo nuevo en su interior: una chispa de ira, de desafío. La sumisión que la había caracterizado toda su vida comenzó a resquebrajarse. No era por amor a Vincent, un padre distante y emocionalmente inaccesible. Ni siquiera por una súbita preocupación por una media hermana desconocida. Era por algo más primario: la comprensión de que Isabelle, si no se la detenía, destruiría todo y a todos, incluida, eventualmente, a la propia Chloe si se convertía en un inconveniente.


La transformación fue lenta, dolorosa. Cada pequeño acto de rebelión –copiar los archivos encriptados en una unidad USB oculta, investigar discretamente los contactos mencionados en las notas de Isabelle, aprender sobre programas de encriptación y comunicación segura– estaba acompañado de un terror abrumador. Temblaba cada vez que Isabelle la miraba, temiendo que su hermana pudiera ver a través de ella, descubrir su incipiente traición.Pero la imagen de esos archivos, la fría planificación de la destrucción de su propia familia, era un motor más poderoso que su miedo. Chloe, la chica débil y sumisa, estaba empezando a darse cuenta de que incluso la criatura más asustada puede morder cuando está acorralada. Aún no sabía cómo ni cuándo, pero una certeza comenzó a tomar forma en su mente aterrorizada: tenía que actuar. El miedo seguía ahí, un nudo helado en su estómago, pero ahora estaba acompañado de una determinación frágil pero persistente. Isabelle había subestimado a su hermana pequeña. Y esa podría ser su primera, y quizás última, equivocación.



-- Ven. Vamos a dormir-- dijo Isabelle entrando en el cuarto-- Te tengo unos chismes que te vas a desmayar 


Continuara




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