Yorlett” repitió él, como saboreando cada sílaba. “tiene algún significado? ’, ¿verdad? Seriá apropiado para alguien que captura la luz con su cámara?.”
Ella asintió, Pocas personas conocían el significado de su nombre y el no era la excepción
“¿Eres fotógrafa profesional?” continuó él, señalando la cámara que colgaba del cuello de la bella muchacha
“Artista visual. La fotografía y la pintura es solo una parte de mi hobby . En realidad soy estudiante de criminología”
“Capturas las estrellas como si entendieras sus historias,” dijo él, repitiendo las palabras que resonarían en las pesadillas de Yorlett años después. “Pero, ¿conoces la historia de Nankurunaisa y las siete hermanas?”
Yorlett negó con la cabeza, intrigada a pesar de la inquietud que comenzaba a sentir.
“Es una historia antigua,” continuó Nyer, su mirada fija en el horizonte donde el sol comenzaba a ponerse. “Nankurunaisa era un cazador poderoso que se enamoró de las siete hermanas Yugarilya. Las persiguió a través del cielo nocturno, intentando capturarlas. Pero Kambugudha, la hermana mayor, protegía a las jóvenes.”
Mientras hablaba, el viento pareció intensificarse, levantando pequeños remolinos de arena roja a su alrededor.
“Enciende un fuego mágico en su mano —la estrella que ustedes llaman Betelgeuse— para impresionar a las hermanas. Y cada noche, Kambugudha lo humilla, apagando su fuego.”
Yorlett escuchaba, fascinada. Había algo hipnótico en su voz, en la forma en que narraba la historia, como si la hubiera vivido personalmente.
“Es una historia sobre deseo y rechazo,” concluyó Nyer, volviendo a mirarla. “Sobre perseguir lo que nunca podrás tener.”
“Suena triste,” comentó . Nankurunaisa nunca consigue a las hermanas?”
La sonrisa de Nyer se tornó enigmática.
“Las historias cambian con el tiempo. Quizás esta vez el final sea diferente.”
El sol había desaparecido por completo, y el cielo se llenaba rápidamente de estrellas. Ella nunca había visto un cielo nocturno tan claro, tan vivo.
“Mira,” dijo Nyer, señalando hacia arriba. “Orión está apareciendo.Nankurunaisa
comienza su cacería nocturna.”
Ella siguió su mirada. Efectivamente, la constelación de Orión se alzaba sobre el horizonte, sus estrellas brillando con intensidad sobrenatural.
“Es hermoso,” murmuró.
“La belleza y el peligro suelen ir de la mano,” respondió Nyer, cuando Yorlett volvió a mirarlo, habría jurado que sus ojos reflejaban exactamente el mismo brillo dorado que las estrellas sobre ellos.
Al despedirse el joven, Yorlett movió la cabeza con desaliento. Era ridículo. apenas que lo estaba conociendo y le parecía conocido. Le daba la sensación que tenía gestos de su novio Omeo Cooper.
-- Es que estoy demasiado enamorada-- susurró,añorando a su reciente novio que debía estar trabajando en alguna plataforma petrolera quién sabe adónde. Su novio. Un Daily rates. Un chico demasiado lindo para un trabajo tan tosco y peligroso.
.
V
El sonido de un motor acercándose sacó a Yorlett de sus antiguos recuerdos. Se puso de pie de un salto, alerta, la mano instintivamente buscando el colgante de protección bajo su camiseta.
Un todoterreno apareció en el camino de acceso. Reconoció a Henry al volante y se permitió relajarse ligeramente. Se preguntó si debía darle una oportunidad a Henry. Tenían química,definitivamente era bien parecido,el no tenía a nadie, ella tampoco, y estaba más que demostrado que un gran amor lo tenía oculto y que no disminuía por nada.
Los errores de tener a alguien en la zona de friendly. Quizás más adelante le permitiría acercarse.
Mientras observaba cómo el vehículo se detenía frente a la cabaña, Yorlett se preguntó cuánto debería contarle. ¿Toda la verdad? ¿Una versión editada que no la hiciera parecer completamente loca?
El atractivo Aussie bajó del coche, cargando una mochila y una bolsa de comestibles. Era más alto de lo que recordaba, con el mismo cabello oscuro y rizado Gales que caracterizaba a la familia Clark , aunque sus rasgos eran más angulosos, herencia de su madre australiana.
“Yorlett ,” dijo al verla, con una mezcla de alivio y preocupación. “Has llegado.”
Ella asintió, sin moverse del porche.
“Gracias por esto,” respondió, señalando la cabaña con un gesto. “Sé que debe parecer extraño, que yo aparezca así después de tanto tiempo.”
El hombre se acercó, dejando las bolsas en el suelo.
“La familia ha estado muy preocupada. Tu desaparición… hubo búsquedas, . Tu madre pensó que habías.. Disculpa.. ellos me llamaron.
“Lo sé,” le interrumpió ella, la culpa pesando en su voz. “Y lo siento. Pero no podía arriesgarme a contactarlos. No después de lo que pasó con Omeo Cooper .”
La mención del rival hizo que Henry frunciera el ceño.
“¿Qué tiene que ver OMEO con todo esto? Eso sucedió hace mucho tiempo. Tienes que luchar por superarlo.-- expresó algo desconcertado. Ese recuerdo era la muralla que lo frenaba y le impedía avanzar en su interés por ella
-- No es tan fácil-- expresó,sintiéndose vulnerable ante tener siempre sus sentimientos muy expuestos
Yorlett cerró los ojos un momento, intentando controlar el temblor que comenzaba en sus manos.
“Todo esto siempre está en una secuencia desde ese tiempo” dijo finalmente. “Todo es una advertencia. Para mí.”
Henry la miró fijamente, evaluándola. Hubiera querido abrazarla, Pero se contuvo.Después de un momento, recogió las bolsas y se dirigió hacia la puerta.
“Entremos,” dijo. “Creo que tienes mucho que contarme.”
Una vez dentro, Henry comenzó a guardar los alimentos que había traído mientras Ella permanecía de pie, incómoda, como una intrusa en aquel espacio.
“He traído provisiones para varios días,” comentó él, rompiendo el silencio. “Y esto.”
Extrajo de su mochila un grueso libro encuadernado en cuero, visiblemente antiguo. El título, grabado en la portada, rezaba: “Mitología del Desierto: Espíritus y Entidades del Interior Australiano”.
“Pensé que podría ser útil,” explicó, colocándolo sobre la mesa. “Dependiendo de qué… o quién te esté persiguiendo.”
Yorlett se acercó al libro, pasando los dedos por la portada gastada.
Nankurunaisa --dijo simplemente.
Henry se quedó inmóvil, su expresión cambiando de preocupación a algo más cercano al asombro.
“¿El cazador estelar? ¿El espíritu de Orión?”
Ella asintió, sorprendida por su reacción.
“¿Lo conoces?¿Sabes de qué se trata?”
“Soy antropólogo especializado en mitología aborigen, . Conozco las historias.” Henry se pasó una mano por el cabello, visiblemente perturbado. “Pero son solo eso, historias. Representaciones simbólicas de fenómenos naturales, creadas para explicar el movimiento de las estrellas.”
“No,”-- respondió ella con firmeza.-- “No son solo historias. Él es real. Y me ha estado persiguiendo desde que escapé cuando perdí a Omeo”
Henry la miró largamente, como si intentara determinar si estaba delirando o diciendo la verdad.
“Siéntate,” dijo finalmente, señalando una de las sillas junto a la mesa. “Cuéntame todo, desde el principio.”
Ella dudó. Había mantenido su historia en secreto durante tanto tiempo que la idea de compartirla resultaba casi física, como arrancar una venda de una herida abierta.
“No sé si me creerás,” advirtió.
“Inténtalo,” respondió , su voz más suave. “He pasado mi vida estudiando las intersecciones entre lo mítico y lo real. He visto cosas en comunidades remotas que desafían cualquier explicación racional.”
Algo en su tono convenció a Yorlet. Respiró hondo y comenzó a hablar.
Le contó sobre su noviazgo con Omeo Cooper , su investigación policial en el campamento 3NTE,su desconexión con la normalidad y como le costó tanto volver a la realidad y entender lo que vivió.Amen que perdió su carrera policial
La revelación y encuentro con Nankurunaisa, las semanas que siguieron. Cómo lo que comenzó como a pesar de las circunstancias y toda la tragedia que envolvió ese suceso,surgió una fascinación mutua se transformó en una relación intensa, casi obsesiva. Ella en principio no estaba segura si había tenido relaciones con Nankurunaisa. Cómo gradualmente fue descubriendo la verdadera naturaleza del rival de su pretendiente: los pequeños milagros que realizaba, su conocimiento imposible de las estrellas, su conexión con la arena y el viento del desierto.
Le habló de la noche en que finalmente comprendió quién —o qué— era realmente , cuando súbitamente encontró a OMEO Cooper realizando un ritual bajo la constelación de Orión, su cuerpo parcialmente transformado en un torbellino de arena roja, sus ojos brillando como estrellas doradas.
“Me dijo que había estado esperándome durante siglos,” continuó Yorlett, su voz apenas un susurro. “Que yo era su ‘recipiente elegido’, que juntos podríamos romper el ciclo eterno de persecución. Que yo sería su puente al mundo humano, que su relación con Madeleine era circunstancial.”
Henry escuchaba en silencio, su expresión indescifrable.
“Al principio, estaba… fascinada. Aterrorizada, pero fascinada. ¿Cómo no estarlo? Era un dios . Un ser de otro tiempo, de otra realidad.Mi mente perdió contacto con la lógica,aceptando de lo más normal, lo imposible de aceptar,en días sin horas,estando en lugares que no correspondían ni al tiempo ni al espacio ”
“¿Qué cambió? ¿Quién era Madeleine?” preguntó él, notando la sombra que cruzó el rostro de Yorlet.
“Descubrí lo que realmente significaba ser su ‘recipiente’.” Ella se estremeció visiblemente. “No quería una compañera. Quería un cuerpo para poseer, para extender su influencia más allá del desierto. Y cuando me resistí…”
Su voz se quebró. Las imágenes de aquella noche aún la atormentaban: la furia de Nankurunaisa manifestándose en una tormenta de arena que casi destruye el campamento, la forma en que había intentado forzar su entrada en su mente, en su alma.
“Logré escapar a medias de su control mental,” continuó después de un momento. “Gracias a Amara, una anciana aborigen que reconoció lo que estaba pasando. Ella me dio este colgante de protección y me enseñó algunos rituales básicos para mantenerlo a distancia.”
Henry la miró y disimuló. Realmente le costaba creer esa versión. Quiso recordarle que fue rescatada en un helicóptero de la empresa petrolera y después hubieron acontecimientos inexplicables.El lo había visto en la televisión y como fueron declarados muertos todos los trabajadores del Campo petrolero 3NTE
Comenzó a sospechar que Yorlett tenía un ‘’implante” de recuerdos.
VI
Yorlett extrajo el colgante de plata de debajo de su camiseta, mostrándoselo a Henry . El símbolo grabado en él era antiguo, anterior incluso a la llegada de los europeos a Australia.
“Pero no puedo seguir huyendo para siempre,” concluyó. “Cada vez está más cerca. Utiliza a sus seguidores para rastrearme, posee animales para vigilarme. Y cuando yo casi morí en ese ‘accidente’, entendí que no se detendría ante nada.”
Henry se levantó y caminó hasta la ventana, mirando hacia el océano ahora invisible en la oscuridad.
“Si lo que dices es cierto,” dijo finalmente, “estamos enfrentándonos a algo mucho más allá de mi experiencia académica.”
“¿Me crees?” preguntó , sorprendida.
Henry se volvió hacia ella.
“He documentado suficientes historias en comunidades aborígenes como para saber que hay más cosas entre el cielo y la tierra de las que nuestra filosofía occidental puede explicar.” Hizo una pausa. “Además, no creo que estés mintiendo o delirando. El miedo en tus ojos es demasiado real.”
Ella sintió que un peso se aligeraba en su pecho. Ser creída, después de tanto tiempo, era un alivio casi doloroso.También entendía que Henry silenciosamente enamorado de ella,siempre encontraría una razón para aceptar lo que ella dijera
“¿Qué hacemos ahora?” preguntó.
Henry volvió a la mesa y abrió el libro que había traído.
“Investigamos,” respondió, pasando las páginas hasta encontrar la sección Nankurunaisa . “Si es una entidad mitológica manifestada en nuestro mundo, debe tener reglas, limitaciones. Ningún ser, por poderoso que sea, es omnipotente.”
Ella se acercó, observando las ilustraciones antiguas que mostraban Nankurunaisa como un cazador estelar persiguiendo a las Pléyades a través del cielo nocturno.Le era casi inaceptable aceptar que era OMEO Cooper, con el mismo que hizo el amor apasionadamente con el y que lo amó honestamente.
“Amara me dijo algo similar,” comentó. “Dijo que incluso los dioses tienen sus debilidades.”
“Exactamente,” asintió Henry. “Y en el caso de Nankurunaisa su debilidad siempre ha sido su obsesión. Su incapacidad para aceptar el rechazo.Deliberadamente te engañó asumiendo dos personalidades falsas. Hay que descubrir porque”
Mientras hablaban, el viento comenzó a soplar con más fuerza fuera de la cabaña. Las ramas de los eucaliptos arañaban el techo, creando un sonido inquietante, casi como susurros.
Yorlett se tensó, mirando hacia la ventana.
“Es solo el viento,” dijo él , notando su reacción. “Estamos junto al océano, las tormentas son comunes.”
Pero Yorlett no estaba tan segura. El colgante contra su pecho había comenzado a calentarse de nuevo, una señal de advertencia que había aprendido a no ignorar.
“No es solo el viento,” murmuró, acercándose a la ventana.
Fuera, la oscuridad era casi completa. Las nubes habían cubierto la luna y las estrellas, sumiendo el paisaje en sombras impenetrables. Pero en esa oscuridad, Yorlett creyó distinguir un movimiento, una figura que se deslizaba entre los árboles.
llamó, sin apartar la vista de la ventana. “Creo que no estamos solos.”
El se unió a ella, entrecerrando los ojos para intentar ver lo que Yorlett señalaba.
“No veo nada,” dijo después de un momento.
“Está ahí,” insistió Yorlett . “Entre los árboles. Observando.”
Como para confirmar sus palabras, un relámpago iluminó brevemente el paisaje. Y en ese instante, ambos lo vieron: una silueta humanoide, inmóvil entre los eucaliptos, sus ojos reflejando la luz con un brillo dorado antinatural.
“Dios mío,” susurró Henry, retrocediendo instintivamente.
La figura no se movió, pero incluso a esa distancia, Yorlett sintió su mirada fija en ella, penetrante, posesiva.
“Es uno de sus seguidores,” dijo, reconociendo la mirada. “No es él directamente, pero está actuando a través de esa persona.”
“¿Qué quiere?” preguntó , su escepticismo inicial quedó completamente desvanecido.
Yorlett cerró los ojos un momento, sintiendo la presión familiar en su mente, el intento de Nankurunaisa establecer contacto.
“Quiere que sepa que me ha encontrado,” respondió finalmente. “Que no importa dónde me esconda, siempre me encontrará.”
Como respondiendo a sus palabras, la figura entre los árboles levantó una mano en un gesto que podría haber parecido un saludo, si no fuera por la amenaza implícita en cada movimiento.
“Tenemos que irnos,” dijo Yorlett , apartándose de la ventana. “No es seguro aquí.”
Henry la miró, confundido.
“¿Irnos? ¿Ahora? Es medianoche, y hay una tormenta formándose.”
“No lo entiendes,” insistió ella, comenzando a recoger sus escasas pertenencias. “Esto es solo el principio. Enviará más seguidores, o peor, intentará manifestarse él mismo.”
“Pero la cabaña está protegida, ¿no? Dijiste que habías realizado un ritual de protección.”
Ella negó con la cabeza.
“Eso sólo lo retrasa, no lo detendrá. Y no quiero ponerte en peligro.”
Henry se pasó una mano por el rostro, visiblemente perturbado pero intentando mantener la calma.
“Está bien,” dijo finalmente. “Pero no podemos simplemente huir sin un plan. Necesitamos entender mejor a qué nos enfrentamos, cómo combatirlo.”
Yorlett se detuvo, reconociendo la verdad en sus palabras. Había estado huyendo durante tanto tiempo que se había convertido en su única estrategia.
“Tienes razón,” admitió. “Pero no podemos quedarnos aquí. Es el primer lugar donde me ha encontrado, lo que significa que ya no es seguro.”
Él asintió, pensativo.
“Conozco a alguien que podría ayudarnos,” dijo después de un momento. “Una colega de la universidad, especialista en rituales aborígenes de protección. Vive en Adelaide.”
“¿Adelaide?” Yorlett frunció el ceño. “Está demasiado cerca del mar.”
“Precisamente. Ella ha pasado años documentando las historias de los espíritus del desierto, incluyendo Nankurunaisa . Si alguien puede ayudarnos a entender cómo enfrentarlo, es ella.”
Ella dudó. La idea de acercarse luego al desierto, al dominio de Nankurunaisa, la aterrorizaba. Pero también sabía que no podía seguir corriendo para siempre.
“De acuerdo,” accedió finalmente. “Pero tenemos que ser extremadamente cuidadosos.Nankurunaisa es más fuerte cerca del desierto, y sus seguidores están por todas partes.”
Henry asintió, dirigiéndose a su habitación para preparar su equipaje.
“Saldremos al amanecer,” dijo. “Es mejor viajar de día. Según las leyendas, los espíritus Nankurunaisa son más débiles bajo la luz del sol.”
Yorlett volvió a mirar por la ventana. La figura entre los árboles había desaparecido, pero eso no la tranquilizaba. Sabía que seguía ahí, observando, esperando.
Mientras preparaba sus cosas para el viaje, un recuerdo emergió en su mente: Mandelein , en aquellos primeros días en el desierto, hablándole sobre las estrellas
“Las constelaciones son mapas,” le había dicho en una rara conversación que ella no calibró “No solo del cielo, sino del alma. Muestran caminos que la mayoría de las personas nunca verán.”
En ese momento, sus palabras le habían parecido poéticas, fascinantes. Ahora entendía el significado más siniestro detrás de ellas.
continua en el capitulo 4
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