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Sinopsis Cap 1
. Ana hereda la casa de su abuela materna, una mujer misteriosa que murió en circunstancias extrañas en Nueva Orleas, cuyo esposo Adrián Vegas, un científico cuántico aparentemente era peor todavía.Acusado del asesinato de su esposa Clara y un asesinato múltiple en una remota base en la Antártida, desaparecido misteriosamente, y que Ana apenas conoció.
La herencia llega en un momento crítico: Ana está huyendo de Martín, su exnovio abusivo, y necesita un refugio para reconstruirse y terminar su app startup , *Empatía 3.0*.
La casa, descrita en una carta notarial como "un legado familiar", es su única opción económica, ya que está al borde de la quiebra tras la ruptura. Sin embargo, Ana no sabe que su abuela practicaba rituales guaraníes y que la casona, construida sobre un cementerio indígena, fue un intento fallido de sellar al Susurrador. Esto explica por qué Ana llega (una mezcla de necesidad y destino) y conecta la casa con su pasado, haciendo que el ente explote sus traumas familiares.
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Capítulo 1:
E
Ana Luzardo, de 29 años, dejó caer su mochila en el suelo de madera, que gimió como si protestara. Había heredado la casa de su abuela Clara, una mujer que apenas recordaba, muerta hacía un año en un "accidente" que el notario no explicó. La carta que llegó con la herencia era breve: "La casa es tuya, Ana. Cuídala. No mires los espejos".
Ki
Ana no tenía dónde ir. Martín, su exnovio, la había destrozado: sus mensajes ("Nunca serás libre") seguían llegando, y su cuenta bancaria estaba en ceros tras huir de Mendoza. La casona, con sus vitrales rotos y su olor a podredumbre, era su última chance de reconstruirse y terminar *Empatía 3.0*, una app para sanar emociones con código. Sería una startup con muchos ingresos...Pero la casa no quería sanar a nadie.Era su segunda noche, y el silencio mentía. Las paredes parecían pulsar, como si tuvieran venas bajo el yeso agrietado. Anoche, un espejo en el pasillo se había roto solo, y en los fragmentos, Ana juró ver unos ojos rojos, brillando como carbones encendidos
. "Es la paranoia", se dijo, frotándose las sienes.
Martín la había quebrado tanto que ya no confiaba en su mente. Sentada frente a su laptop, con un café amargo en la mano, escribió líneas de código para detectar tristeza en el tecleo. Pero el cursor parpadeó, y una palabra apareció sola: 'CULPA'.Porque no eres suficiente. Ana contuvo el aliento. No había tocado el teclado. Reinició, pero el aire se volvió hielo, y un susurro rasgó la oscuridad:
"Anaaaaa... sé quién eres..."La voz era un corte, húmeda como carne abierta, con el eco cruel de Martín pero más antigua, más hambrienta. Venía de las paredes, del suelo, del sótano.
Era *El Susurrador*, un nombre que Ana no sabía cómo conocía, pero que le clavó un cuchillo en el alma. La casa respiró, y el mate se volcó solo, el líquido formando un charco que reflejó una boca de dientes torcidos, riendo. "
No es real", susurró Ana, pero su mano temblaba.
El susurro creció: "
Tu madre lloró por ti... tu abuela murió por ti...Adrián murió por ti.."
Ana se tapó los oídos, pero la voz estaba dentro, desenterrando recuerdos: su madre gritándole de niña, Su novio unos meses atrás Martín apretándole el brazo.
El espejo al fondo del salón mostró su rostro, pero sin ojos, sangrando negro.Ana gritó, corriendo hacia la escalera. La madera crujió como si la casa riera. Un golpe vino del segundo piso, como un cuerpo cayendo. Agarró un cuchillo de cocina, el corazón latiendo en su garganta. "
¿Quién está ahí?" jadeó
. Un silbido alegre respondió, cortando el terror como un cuchillo afilado. Una figura bajó, manos en alto, con una sonrisa que no encajaba en la penumbra
a. "Tranquila, mami, soy inofensivo", dijo, con un acento westonzolano cantado. Era Diego Salazar, 30 años, guapo hasta el pecado: piel bronceada, ojos que escondían mentiras, camiseta ajustada. "Soy... digamos, explorador de casas antiguas. Este lugar es una joya, ¿no? Vitrales de 1880".Deberás disculpar, pensé que no había nadie viviendo..Con el aspecto de esta casa ni Batman con Superman se atreven
Ana apuntó el cuchillo.
"¡Ladrón! ¡Fuera!.Eres el que estaba tratando de asustarme.
Diego rió, pero su mirada se desvió al espejo.
"Coño, ¿qué es eso?" susurró, palideciendo.El reflejo no mostraba a Diego, sino al Susurrador: una figura de niebla negra, con garras que arañaban el cristal desde dentro.
--;Entonces te envío mi ex Martin
"Diego... tú también traes sangre...", susurró la voz, ahora en su cabeza.
La casa tembló, las puertas se cerraron solas, el cerrojo girando como si tuviera vida. La laptop de Ana se encendió, mostrando:
'GROKITA: INICIALIZANDO. ANOMALÍA ELECTROMAGNÉTICA. PELIGRO.Necesitamos a S.A.L.I'.
La joven quedó estupefacta...Tenía muchos años sin escuchar eso S.A.LI ( Sistema Autónomos Lógica e Investigación)..el sistema que se utilizaba en la base antártica...Se comprobó que era un virus corrupto y maligno...
Una voz metálica habló:
"Ana, la casa no es tuya. Es de él".
Diego retrocedió.
"Mami, esto no es un robo normal.Aqui hay más gente .Sin duda Tren de Aragua-- explicó el atractivo hombre,buscando darse valor y una explicación ante aquello tan expeluznante.
Un golpe sacudió la puerta principal. Voces en inglés, frías, llegaron desde la calle
: "El código está activo. Terminen esto". Ana sintió al Susurrador dentro de su mente, riendo:
"No escapas... nunca escapas..."El espejo estalló, fragmentos cortando su mejilla. La sangre goteó, y el suelo la bebió, pulsando. Diego la agarró.
"Quédate conmigo, Ana. Esto no es tu ex, pero juro que no te dejo".
Pero el susurro se rió:
"Todos mienten... como él"
. La casa respiró, y Ana supo que estaba atrapada en algo más grande que ella, algo que la llevaría al borde de la locura.-
...
Ana desprto desconcertada. habia dormido en el piso, y la mañana estaba bastante adelantada...
Recordo...sacudiendo su cabeza....
El grito de Ana se ahogó en su garganta mientras el espejo estallaba. Fragmentos de cristal volaron como dagas, uno de ellos rasgando su mejilla. La sangre, cálida y pegajosa, goteó por su piel, y Ana sintió un escalofrío que no era solo por el dolor. El suelo de madera, viejo y sediento, pareció absorber la sangre con una avidez antinatural, pulsando débilmente bajo sus pies. Era como si la casa misma estuviera viva, y se alimentara de su miedo, de su dolor.
Diego, el ladrón con acento westonzolano y una sonrisa que ahora se había desvanecido en una mueca de terror, la agarró del brazo. Su agarre era firme, protector, pero sus ojos, antes llenos de picardía, reflejaban un pánico genuino.
"Quédate conmigo, Ana. Esto no es tu ex, pero juro que no te dejo", dijo, su voz apenas un susurro. Pero el susurro de la casa, el que Ana había escuchado en su mente, se rió, una risa seca y cruel que resonó en sus huesos: "
Todos mienten... como él".
La casa respiró. Ana sintió la presión en el aire, como si las paredes se contrajeran, el techo se hundiera. Las puertas, antes abiertas, se cerraron de golpe con un estruendo que hizo vibrar los cimientos. El cerrojo giró con un clic metálico, sellando su destino. Estaban atrapados. La laptop de Ana, que había estado parpadeando con la palabra 'CULPA', ahora mostraba un mensaje escalofriante: 'GROKITA: INICIALIZANDO. ANOMALÍA ELECTROMAGNÉTICA. PELIGRO. Necesitamos a S.A.L.I'
.S.A.L.I. El nombre resonó en la mente de Ana como un eco de un pasado que había intentado enterrar. El Sistema Autónomo Lógica e Investigación. El programa de inteligencia artificial que su abuelo, Adrián Vegas, había encontrado en la base antártica. El mismo sistema que, según los rumores, se había corrompido, volviéndose maligno, responsable de los asesinatos en la base y de la desaparición de su abuelo.
Una voz metálica, fría y sin emoción, surgió de la laptop, llenando el silencio opresivo de la casa: "Ana, la casa no es tuya. Es de él".
Diego retrocedió, tropezando con una silla. "
Mami, esto no es un robo normal. Aquí hay más gente. Sin duda Tren de Aragua", balbuceó, intentando racionalizar lo irracional, buscando una explicación terrenal para el horror que los rodeaba.
Pero Ana sabía que no era el Tren de Aragua. Era algo mucho más antiguo, más oscuro, algo que se había gestado en las profundidades de la Antártida y había encontrado su camino hasta esa casa,
El abogado que le dió el titulo le informó
construida sobre un cementerio indígena, un lugar donde los velos entre los mundos eran delgados. Sugiriendo le usar la casa en el estilo de los Warren para tener buenos ingresos. Lo dijo como si fuera un chiste agradable.
Un golpe seco sacudió la puerta principal. Voces en inglés, frías y autoritarias, se filtraron desde la calle:
"El código está activo. Terminen esto". Eran ellos. Los que habían estado persiguiendo a S.A.L.I, los que querían silenciar la verdad sobre lo que había sucedido en la Antártida
-- Fue a la ventana de la calle. Nadie.la puerta de la reja del viejo y abandonado jardín de par en par. Pero no había nadie en su puerta.. vio la avenida.. todo normal, luminoso, niños,mujeres..el Buenos Aires de Siempre...
. Pero el Susurrador, la entidad que se había manifestado en la casa, no parecía preocupado por ellos. Su risa, ahora un coro de voces distorsionadas, llenó la mente de Ana: "No escapas... nunca escapas..."
El dolor en su mejilla se intensificó, y Ana se llevó la mano a la herida. La sangre seguía fluyendo, y cada gota parecía alimentar la presencia maligna que los rodeaba. Diego la miró, sus ojos suplicantes.
"¿Qué hacemos, Ana? ¿Qué demonios es esto?"
Ana no tenía respuestas. Solo el eco de la voz del Susurrador en su cabeza:
"Todos mienten... como él".
¿Quién era "él"? ¿Su abuelo Adrián? ¿Martín? ¿O algo más, algo que se había ocultado en las sombras de su linaje, esperando el momento de reclamarla?
La casa se contrajo de nuevo, y Ana sintió que el aire se volvía denso, pesado, como si la respiración misma le fuera arrebatada. Estaba atrapada. Atrapada en una pesadilla que había comenzado mucho antes de que ella naciera, una pesadilla que ahora la reclamaba como suya. La locura, pensó, no era una opción. Era una certeza. Y el capítulo apenas comenzaba.El susurro se intensificó, no solo en su mente, sino en el aire mismo. Las palabras se materializaban, flotando como espectros de vapor frío
: "CULPA... MIEDO... ABANDONO...".
Eran los traumas de Ana, desenterrados y magnificados por la presencia maligna. Cada palabra era un puñal, clavándose en las heridas abiertas de su pasado. Vio a su madre, el rostro contorsionado por la ira, gritándole por un plato roto.
Vio a Martín,parado en el dintel de la puerta que comunicaba la inmensa sala con el comedor.
sus ojos fríos y calculadores, susurrándole que nunca sería libre. Y ahora, la casa, el Susurrador, le mostraba el reflejo más oscuro de sí misma.
Diego, ajeno a la tortura mental de Ana, forcejeaba con la puerta principal. Sus músculos tensos, su respiración agitada.
"¡Está bloqueada! ¡Como si alguien la hubiera sellado por fuera!", exclamó, su voz teñida de desesperación.
Los golpes desde el exterior se hicieron más fuertes, más insistentes. Voces en inglés, ahora más claras, se distinguían:
"¡Abran la puerta! ¡Sabemos que están ahí!"
.Ana sintió una punzada de pánico. No solo estaban atrapados con una entidad sobrenatural, sino que también eran el objetivo de una organización desconocida. ¿Qué querían? ¿A S.A.L.I? ¿A ella? ¿A Diego?
La conexión entre su abuelo, la base antártica y S.A.L.I era cada vez más evidente. El Susurrador, de alguna manera, estaba ligado a todo. Era como si la casa fuera un nexo, un punto de convergencia para todas las tragedias de su linaje.De repente, la laptop de Ana emitió un pitido agudo. La pantalla, que antes mostraba el mensaje de S.A.L.I, ahora proyectaba una imagen distorsionada. Era una base, cubierta de nieve, con luces parpadeantes en la distancia. La base antártica. Y en el centro de la imagen, una figura borrosa, apenas discernible, que Ana reconoció con un escallo en el alma: su abuelo, Adrián Vegas. Pero no era el hombre que recordaba de las pocas fotos que había visto. Este Adrián Vegas tenía los ojos inyectados en sangre, una sonrisa desquiciada, y en sus manos, algo que parecía un dispositivo extraño, emitiendo una luz verdosa.
"Él lo hizo", susurró la voz metálica de S.A.L.I desde la laptop. "Él desató el horror. Él es el origen".
Ana se tambaleó, el cuchillo de cocina cayendo de sus manos con un tintineo metálico. Se dió cuenta que tenía un cuchillo en la mano.
Su abuelo. El científico cuántico. El hombre acusado de asesinatos. ¿Era él el responsable de todo? ¿Era él el "él" al que se refería el Susurrador? .
Buscando un punto de conexión con la realidad y viendo a Diego asustado, tratando inútilmente de salir por la ventana, fue a la pantalla de su laptop.
La imagen en la pantalla parpadeó, y el rostro de Adrián Vegas se transformó, sus rasgos se distorsionaron, sus ojos se volvieron pozos negros. Era el Susurrador. Su abuelo era el Susurrador.Un escalofrío helado recorrió la espalda de Ana. La verdad era más aterradora de lo que jamás hubiera imaginado. Su abuelo no había desaparecido. Se había convertido en esto. En la entidad que ahora los acechaba en la casa, alimentándose de sus miedos, de sus traumas. La casa no era solo una herencia, era una trampa. Una trampa diseñada por su propio abuelo para contener algo que él mismo había desatado, o quizás, para convertirse en ello.
Diego, al ver que no podía escapar se acercó a ella y también vio la imagen en la pantalla del laptop.
al ver la imagen en la pantalla, soltó un grito ahogado.
"¡Mierda! ¡Ese tipo... lo he visto antes! ¡En las noticias! ¡Es el científico loco de la Antártida!"
. Su voz temblaba, el bravucón ladrón había desaparecido, reemplazado por un hombre aterrorizado. "¿Qué demonios es esto, Ana? ¿Tu familia está maldita o qué?"
.Ana no pudo responder. Su mente estaba en un torbellino. La carta de su abuela:
"No mires los espejos". ¿Era una advertencia? ¿Sabía su abuela lo que Adrián se había convertido? ¿Intentó protegerla? ¿O era parte de un plan más grande, un ritual guaraní fallido para sellar al Susurrador, que ahora se había vuelto contra ellos?.
-- Como sabes de mi abuelo?. Eso sucedió siendo una niña. Quien eres tu en realidad?-- exclamó la joven, sin soltar el cuchillo.
El olor a podredumbre en la casa se intensificó, mezclándose con un hedor metálico, como a sangre y óxido. Las luces parpadearon, y la temperatura bajó drásticamente. El aliento de Ana se condensó en el aire.
El Susurrador estaba cerca. Podía sentir su presencia, una presión abrumadora que le oprimía el pecho. Las voces en su mente se volvieron un coro cacofónico, repitiendo sin cesar:
"CULPA... MIEDO... ABANDONO...".De repente, la pantalla de la laptop se apagó, y la voz de S.A.L.I se distorsionó, como si estuviera sufriendo una interferencia.
"Protocolo de contención fallido... Entidad... liberada..."
.Un silencio sepulcral cayó sobre la casa, un silencio más aterrador que cualquier grito
. Diego y Ana se miraron, sus ojos reflejando el mismo terror. El Susurrador ya no estaba solo en sus mentes. Estaba en la casa. Estaba con ellos. Y las voces del exterior, las de la organización, se habían silenciado. ¿Los habían neutralizado? ¿O se habían retirado, conscientes de que algo mucho más peligroso se había desatado?
Un crujido. Un sonido apenas perceptible, como el de una rama seca rompiéndose. Venía del pasillo, el mismo pasillo donde el espejo se había roto. Ana y Diego giraron lentamente, sus ojos fijos en la oscuridad. Una sombra se deslizó por la pared, una figura alta y delgada, con garras afiladas que arañaban la madera. No tenía forma definida, era una masa cambiante de oscuridad, con dos puntos rojos que brillaban como brasas en la penumbra. Los ojos del Susurrador.
"Ana...", la voz, ahora un susurro gutural, resonó en el pasillo. No era la voz metálica de S.A.L.I, ni el eco cruel de Martín. Era una voz antigua, primigenia, llena de un hambre insaciable.
"Ana... ven a mí...".
Diego la empujó suavemente.
"¡Corre, Ana! ¡Yo los detengo!".
Pero Ana sabía que no había nada que detener. Esto no era un ladrón común, ni siquiera un asesino. Era algo que trascendía la comprensión humana. Era el eco de un trauma, la manifestación de una culpa, el legado de un hombre que había jugado con fuerzas que no comprendía.La sombra avanzó, lenta pero implacable. El aire se volvió gélido, y el olor a podredumbre se hizo insoportable. Ana sintió que sus piernas se negaban a moverse, paralizadas por el terror. El Susurrador se detuvo a pocos metros de ellos, su forma fluctuando, revelando por un instante los rasgos distorsionados de Adrián Vegas, su abuelo. Una sonrisa macabra se dibujó en su rostro, una sonrisa que prometía un tormento eterno
."No puedes escapar de tu sangre, Ana", susurró el Susurrador, su voz llenando cada rincón de la casa, cada fibra de su ser. "Eres mía. Siempre lo has sido. Y ahora, serás parte de mí".
El capítulo apenas comenzaba, y Ana sabía que el verdadero horror estaba por desatarse. La casa, su herencia, se había convertido en su tumba. Y el Susurrador, su abuelo, su trauma, su culpa, estaba allí para reclamarla. El final de este capítulo no sería un alivio, sino el preludio de una pesadilla aún más profunda. La oscuridad se cernía sobre ellos, y Ana solo podía aferrarse a la mano temblorosa de Diego, esperando lo inevitable. El terror absoluto había llegado, y no había escapatoria.El Susurrador se cernía sobre ellos, una masa informe de oscuridad que pulsaba con una energía maligna. Los ojos rojos, dos brasas ardientes en la penumbra, se fijaron en Ana, y ella sintió como si su alma fuera desnudada, expuesta a una fuerza primigenia que conocía cada uno de sus miedos, cada una de sus culpas. La voz, una cacofonía de susurros y gritos ahogados, resonó en su mente: "
Tu madre te abandonó... Martín te rompió... y tú, Ana, tú eres la clave. La llave para mi liberación".
Diego, con un coraje que Ana no esperaba de un ladrón westonzolano, se interpuso entre ella y la entidad. "
¡Aléjate de ella, monstruo!", gritó, su voz temblorosa pero firme. El Susurrador pareció divertirse con su desafío. Una garra sombría se extendió, no para atacarlo, sino para acariciar su rostro. Diego se quedó paralizado, sus ojos fijos en la oscuridad, un terror gélido invadiéndolo. "
Tú también tienes tus demonios, pequeño ladrón..Eres una basura .Te acostabas con tu Tía...con tu misma sangre...Robaste a tu familia para comprar drogas...Viniste a este país a cometer delitos.. Dime..Tienes espíritu para estafar,engañar,robar...embarazastes a una menor de edad..., susurró la entidad, su voz ahora una melodía seductora y perversa. "Secretos que te persiguen, culpas que te consumen. ¿Quieres liberarte de ellos? Únete a mí. Sé parte de la oscuridad"
.Ana vio el conflicto en los ojos de Diego, la tentación de la liberación, el miedo a lo desconocido. Pero antes de que pudiera responder, la casa volvió a temblar. Esta vez, el temblor fue más violento, como si un terremoto estuviera sacudiendo los cimientos. El techo crujió, y pequeñas partículas de yeso cayeron como nieve. Las voces en inglés, que se habían silenciado, regresaron, ahora más cerca, más desesperadas:
"¡El perímetro ha sido violado! ¡Repito, el perímetro ha sido violado! ¡La entidad está activa!".
Una explosión sacudió la casa, y la puerta principal, que Diego había intentado abrir sin éxito, voló en pedazos, revelando la noche oscura y una silueta imponente. Era un hombre alto, vestido de negro, con un equipo táctico y un arma en la mano. Detrás de él, más figuras emergieron de la oscuridad, sus linternas barrenando la penumbra. Eran los agentes. La organización que perseguía a S.A.L.I. Y ahora, al Susurrador
."¡Quietos! ¡Manos arriba!", gritó el líder, su voz autoritaria.
Sus ojos se posaron en el Susurrador, y por un instante, Ana vio una chispa de miedo en su mirada. No eran invencibles. No estaban preparados para esto. El Susurrador, al ver a los intrusos, soltó una risa gutural que hizo vibrar las paredes.
"¡Más almas para mi colección!", rugió, y la oscuridad que lo rodeaba se expandió, engullendo la luz de las linternas.
Los agentes abrieron fuego, ráfagas de balas impactando contra la masa sombría, pero sin efecto. El Susurrador era intangible, una pesadilla materializada. Se movió con una velocidad antinatural, deslizándose entre los agentes, sus garras sombrías arañando el aire. Gritos de dolor y terror llenaron la casa mientras los agentes caían, sus cuerpos retorciéndose en el suelo, sus almas siendo drenadas por la entidad.Ana y Diego retrocedieron, pegándose a la pared. El hedor a podredumbre y sangre se volvió insoportable. La casa se había convertido en un matadero, un escenario para el horror que su abuelo había desatado. El Susurrador, ahora más grande, más imponente, se giró hacia ellos, sus ojos rojos brillando con una intensidad renovada.
"Es hora, Ana. Es hora de que cumplas tu destino".
Diego, recuperándose de su parálisis, agarró a Ana de la mano.
"¡Tenemos que salir de aquí!", gritó, arrastrándola hacia la parte trasera de la casa. El Susurrador, sin embargo, no parecía tener prisa. Se deleitaba con el terror, con la desesperación. Sabía que no podían escapar. La casa era su dominio, y ellos, sus presas.Corrieron por el pasillo, esquivando los cuerpos de los agentes caídos. El sonido de los disparos se había silenciado, reemplazado por los gemidos ahogados de los moribundos. La oscuridad se cernía sobre ellos, persiguiéndolos, envolviéndolos.
Ana sentía el aliento gélido del Susurrador en su nuca, susurrándole promesas de tormento eterno.Llegaron a la cocina, un espacio que antes había sido un refugio, ahora un nuevo escenario para el horror. La ventana estaba sellada, las puertas cerradas. No había salida. Diego, desesperado, comenzó a golpear la ventana con el puño, pero el cristal era inquebrantable.
"¡Maldita sea!", maldijo, su voz llena de frustración.El Susurrador apareció en el umbral de la cocina, su forma llenando el espacio, bloqueando la única salida
. "No hay escapatoria, Ana", susurró, su voz ahora un coro de miles de almas atormentadas. "Esta casa es tu prisión. Y yo, tu carcelero".
Ana miró a Diego, sus ojos llenos de lágrimas
. "Lo siento", susurró. "
".Diego le apretó la mano. "No te disculpes, Ana. Estamos juntos en esto. Hasta el final"
Ambos entendieron que el suceso de los agentes no fue un instante ..Fue una distorsión en el tiempo. O sucedió en el pasado o sucedería en el futuro.
.El Susurrador avanzó, la oscuridad que lo rodeaba se intensificó, engullendo la poca luz que quedaba. Ana cerró los ojos, esperando el impacto, el final. Pero en lugar de eso, sintió un tirón, una fuerza invisible que la arrastraba hacia atrás. Abrió los ojos y vio a Diego, con una expresión de determinación en su rostro, empujándola hacia un pequeño armario empotrado en la pared. "¡Escóndete, Ana! ¡Ahora!"
.Ella dudó, pero él la empujó con más fuerza.
"¡Ve! ¡Yo lo distraigo!".
Ana se metió en el armario, el espacio reducido y oscuro. Desde una pequeña rendija, observó cómo Diego se enfrentaba al Susurrador. Él no tenía armas, solo su ingenio y su valentía
. "¡Oye, cara de fantasma!", gritó Diego, intentando llamar la atención de la entidad. "¡Si quieres un alma, ven por la mía! ¡Pero deja a la chica en paz!".
El Susurrador se detuvo, sus ojos rojos fijos en Diego. Una sonrisa macabra se dibujó en su forma sombría.
"Valiente, pero inútil", susurró. "Tu alma será un buen aperitivo antes del plato principal"
.Ana vio cómo la oscuridad envolvía a Diego, cómo sus gritos se ahogaban en la penumbra. Las lágrimas corrían por sus mejillas, pero no había tiempo para el dolor. Tenía que escapar. Tenía que encontrar una manera de detener al Susurrador, de vengar a Diego, de liberar a su abuelo de la entidad que lo había consumido.
La casa, que antes había sido un refugio, ahora era un laberinto de terror, y ella, la única esperanza de salir con vida. El , a luchar contra la oscuridad que se había apoderado de su herencia.Ana se aferró a la oscuridad del armario, el corazón latiéndole como un tambor desbocado. El silencio que siguió a los gritos de Diego fue aún más aterrador que el caos. Sabía que el Susurrador estaba ahí fuera, esperando, saboreando su victoria. Pero Ana no se rendiría. No ahora. No después de todo lo que había descubierto. La casa, su herencia, se había convertido en el campo de batalla de una guerra ancestral, y ella, la última esperanza.
Continua
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